
Maria Bueno – (mis) libros de recetas, comida y legado culinario
Este mes de marzo me trae el regalo de un segundo libro de recetas editado por Ediciones del Genal, centrado en la recopilación de recetas de vecinas de diferentes barrios de la ciudad de Málaga (lugar dónde creo, cocino, cuido y vivo). De hecho, lo he titulado Recetario Vecinal Ilustrado.
Sí, durante más de un año hemos compartido vecinas y yo recetas, risas, comidas y anécdotas. Fruto de esta experiencia ha surgido el libro.
Recuerdo la degustación de nuestros platos, bien colocados en una mesa con hule y la realización de detergente casero en el barrio de Bailén-Miraflores, así como la realización de un ‘mural de cocina’ junto a mujeres del barrio de Palma-Palmilla.
Anteriormente ya edité un primer libro con parecido formato, centrado en las recetas de mis tías maternas y madre, como excusa perfecta para que me contaran cómo vivían, qué recolectaban y cuáles eran sus platos favoritos de pequeñas, en el tiempo que crecieron y labraron el campo. También fue la excusa perfecta para que me contaran acerca de los abuelos, de la posguerra y de cómo el campo les ha marcado.
En ambos libros mi madre se ha encargado de los dibujos e ilustraciones, mientras que yo he recopilado y organizado recetas.
Recetario vecinal ilustrado #1. María Bueno, 2020

Un tercer libro está a punto de salir. Se trata del recetario que recoge el proyecto-mural vinculado a recetas del pueblo de Genalguacil que, en el 2016, tuve el grato gusto de desarrollar, dentro de los Encuentros Internacionales de Arte.


Creo que el prólogo de este libro, escrito por Susana Blas, deja muy claro acerca de mi línea de trabajo y compromiso en relación al arte, a la memoria vinculada a la gastronomía.
He aquí un fragmento:
Recetas encarnadas.
El proyecto que María Bueno desarrolló en Genalguacil no se limitó a una magnífica serie de pintura mural. Durante el proceso compartió tiempo con las vecinas y anotó experiencias culinarias que han sido la fuente de inspiración de sus historietas gráficas sobre pared.
Gracias al impulso del Ayuntamiento de Genalguacil nace este libro, en el que, junto a las pinturas, se recogen las recetas gastronómicas del pueblo, para que todos podamos practicarlas en casa.
Además, el recetario y sus ilustraciones van acompañados por un bello poemario, Las almas vendidas, escrito por la madre de la artista: Ángeles Castellano, con la que María Bueno ya ha colaborado en otras ocasiones, haciendo patente la manera en la que esta artista concibe la creación: en colaboración y homenajeando legados.
Este libro no solo conecta imagen, palabra y memoria, también promueve la acción, tal y como ya hizo en obras anteriores, amplificadas con performances, danza, talleres o conferencias.
Esta activación comienza cuando, deambulando por el pueblo, se descubren los murales, y se completa usando el libro en casa para preparar las recetas que contiene. Nutrición del cuerpo y del ánima.
La tradición del recetario como texto transmisor de conocimiento crítico y de memoria colectiva ha sido recientemente revalorizada por las teóricas feministas que encuentran en estas instrucciones sobre la preparación de alimentos una valiosa transmisión del legado femenino intergeneracional.
Detrás de textos aparentemente sencillos que dan indicaciones sobre preparaciones culinarias, se transmiten modos de vida, estados de ánimo e incluso formas de empoderamiento, y lo que es más importante: una revalorización del «ahora», del sentir que privilegia «la presencia» mientras se lee a la vez que se prepara el plato.
Por otra parte, esta relación pintura-cocina era frecuente dentro del movimiento surrealista con el que María Bueno establece tantos puentes atemporales. Su obra conecta con María Blanchard, Remedios Varo, Maruja Mallo, Frida Kahlo o Ángeles Santos, entre otras surrealistas.
Precisamente, Frida Kahlo presumía de inventar sus propias recetas. Las ollas de barro, los molcajetes y los utensilios de madera, típicos de las cocinas tradicionales mexicanas, se utilizaban en la Casa Azul. Estos recetarios fueron recogidos por Guadalupe Rivera, hija de Diego, y por Marie-Pierre Colle en: Las fiestas de Frida y Diego. Recuerdos y Recetas (2013), una descripción de un centenar de platos que la artista acostumbraba a elaborar para la familia y los amigos.
Y cómo olvidar ese libro icónico de recetas surrealistas: el concebido por Salvador Dalí en homenaje a Gala: Les dîners de Gala (1973), cuya primera edición está hoy en manos de coleccionistas. Agrupaba 136 recetas en doce capítulos con títulos tan sugerentes como: «Canibalismos otoñales» (huevos y crustáceos) o «Me como a Gala» (dedicado a los afrodisíacos). No olvidemos que Dalí convertía sus comidas en una performance y que de niño quiso ser cocinero.

Una alacena con pigmentos y especias.
Siempre recordaré mi primera estancia en la casa de María Bueno en Málaga. Me sentí dentro de uno de sus cuadros. Dormí entre sábanas blancas de puntillas, bordadas por su madre y fui homenajeada por mis anfitrionas con un copioso y colorista desayuno servido con imaginación.
¡Ay madre! Cuando tú hacías pan de trigo,
yo te cogía de la falda.
Ángeles Castellano.
En la alacena de la cocina, los botes de pigmentos conversaban con las conservas caseras y los pinceles con los cucharones de madera.
El título de una receta, una relación de ingredientes o una lista de compra contarían un relato que «encarna» a la persona que cocina. Para la autora, la misma relación de ingredientes construye un espacio tridimensional que inicia la narración a través de la cual la lectora-cocinera se mueve y permite a su vez mover el texto. Los verbos de inicio utilizados: añadir, mezclar, cortar, remover… transmiten la confianza necesaria para desplazarse dentro de la receta (la trama) y llegar a concluir el plato (el desenlace).
Dentro del contexto español me gustaría citar los libros de recetas que redactó la escritora Emilia Pardo Bazán: La cocina española antigua (1913) y La cocina española moderna (1917), con una motivación activista feminista añadida, pues detrás de esas publicaciones se desvelaban cuestiones antropológicas y sociales sobre las que Pardo Bazán quería poner el foco.
Este análisis lo desarrolla con agudeza María Paz Moreno en su ensayo: «La cocina española antigua de Emilia Pardo Bazán: Dulce venganza e intencionalidad múltiple en un recetario ilustrado»:
«Quisiera proponer una lectura de La cocina española antigua como un texto de intencionalidad múltiple, poblado de abundantes referencias literarias y alusiones a su contexto histórico que no son, como se verá, gratuitas. No es casual que su autora fuera una de las plumas más brillantes del siglo diecinueve español; una escritura cuyas avanzadas ideas, fruto de una mentalidad cosmopolita, chocaban frontalmente con el inmovilismo de la sociedad española decimonónica».
Extracto del prólogo del Recetario de Genalguacil de María Bueno, por Susana Blas.
Para leer otros testimonios en francés : https://www.magazine-libera.com/sujet-collaboratif-cuisiner-quest-ce-que-cela-nous-apporte/
crédito foto portada : Calum Lewis on Unsplash