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Esta mañana asistí a la vista para la defensa por la querella interpuesta por una asociación donde se dicen defensores del cristianismo, en calidad de investigada por la participación en la exposición artística «Maculadas sin Remedio», por lo visto ellos piensan que la Virgen es la imagen de la Virgen, idólatras que se llaman.

Fragmento del cuadro de la Inmaculada de Bartolomé Esteban Murillo. 1678

Os dejo mi intervención, en la que sostengo que mi intención, como la del resto de mis compañeras, no fue en ningún caso ofender a nadie. Se recreó la obra de otro artista, Murillo, que igual que nosotras, tuvo la interpretación de la Inmaculada de aquel tiempo y que nuestra lucha es la de defender a la mujer ante las injusticias que se siguen cometiendo, buscando las hondas raíces religiosas, culturales y sociales que siguen rigiendo esta sociedad. 

En el año 2019 se conmemoró el IV Centenario de Murillo en Sevilla, que quería dar a conocer toda la obra del pintor sevillano diseminada por otros países como EEUU o Francia. A varias artistas se nos ocurrió realizar nuestra propia visión del pintor barroco. La exposición celebrada en enero de 2019 en la ciudad de Sevilla titulada Maculadas sin remedio ofrecía la visión de trece artistas, recreando la imagen de la Inmaculada pintada por Murillo cuyos valores dados en esta interpretación de la Virgen, nos parecían perjudiciales para la defensa de la igualdad de la mujer, en la sociedad andaluza actual.

Esta exposición reivindicaba la mujer y su necesidad de romper con el prototipo de La Inmaculada de Murillo, modelo pictórico que se impuso como espejo en que mirarse a todas las cristianas, todas las que hemos participado, hemos nacido durante el final de la Dictadura franquista, y vemos como este prototipo de mujer ha continuado vigente, la exposición se presentó primero en Sevilla en el Antiquarium. Se publicaron numerosos artículos, se realizaron debates y se llevó a las noticias en televisión. El catálogo fue editado por el Ayuntamiento de Sevilla. En Córdoba una de las obras resultó rajada por un extremista religioso y se levantó un revuelo sobre nuestra interpretación de la imagen de Murillo.

La pintura realizada por Murillo es una imagen de una mujer sumisa, callada, atenta a todos los mandatos de los hombres; representaba y sigue representando el modelo de castidad y paradigma de la sociedad patriarcal que mantienen los poderes religiosos y machistas que perviven anclados en lo más profundo de nuestra conciencia colectiva. 

Las distintas artistas, entre las que me encontraba, intervinimos expresando y trabajando la imagen de la Inmaculada, no con ánimo de escarnio, no de ofender, sino de buscar las causas de la pervivencia de los valores machistas. Es como artistas que denunciamos mediante el arte conceptos anclados, estereotipos repetidos que perjudican a la mujer y que potencian el machismo y la sumisión de la misma. El arte busca cuestionar, transformar la sociedad en la que vive para mejorarla.

Estudié todos los conceptos religiosos, morales y sociales en los que se basa la imagen de la Virgen representada por el pintor sevillano Bartolomé Murillo. El pintor barroco recrea en sus Inmaculadas, el modelo femenino que el Estado católico quería imponer como modelo de conducta a la mujer. Su personaje pintado, coge mujeres de la calle a las que pone un manto azul y blanco, signos de pureza y castidad y los pinta rodeados de un ejército de angelitos, en un cielo algodonoso al que aspira llegar.
Esta será la imagen para la mujer católica en una época en la que la Inquisición velaba por un modelo de Estado a través de la religión como represora de todo lo musulmán o judío, y también la persecución de las brujas, o mujeres que no se sometieron al modelo femenino establecido, como clave del asentamiento de su idea de Estado. 

La imagen de la inmaculada de Murillo nace en un momento crucial para la religión cristiana y su fractura. La reforma luterana que intentó volver a la pureza de los orígenes cristianos y denunció la corrupción de la Iglesia católica, fue también contraria a dogmas como el de la Virgen cuya adoración consideraba una idolatría. La Contrarreforma con la que la Iglesia católica respondió al ataque y denuncia de Lutero, exaltó los dogmas de la Virgen y persiguió a los herejes mediante la Inquisición, mandando a la hoguera o a la tortura a todo el que renegara de los principios católicos. 

Manual «Guía de la Buena Esposa», 1958

Con la Dictadura de Franco, el nacionalcatolicismo vuelve a aunar los intereses de la Iglesia y el Estado intentando controlar las creencias y los dogmas para crear un Estado homogéneo. La mujer pierde todos los derechos que se habían conseguido con la IIa República. Las mujeres debían de nuevo depender del hombre y la Sección femenina se encargó de la educación y de la conducta de la mujer. Según el nacionalcatolicismo, el ideal femenino era el mismo, el de la mujer sumisa, hija, esposa o madre, condenadas a la domesticidad, relegadas al ámbito privado del hogar y la familia y a las tareas de cuidados. En esta nueva configuración de la identidad femenina, en la que se glorificaba la maternidad y que fue una pieza clave de la represión, a las mujeres se les prohibió el acceso al ámbito público y, por lo tanto, al espacio de la política, considerado como un espacio masculino. Si las mujeres eran políticamente activas, se consideraba que desafiaban sus roles de género; su adscripción al espacio privado era de nuevo el espacio considerado natural para ellas… La estigmatización, persecución y castigo a cualquier mujer que no cumpliera las normas del nacionalcatolicismo, fueron de nuevo síntomas de la opresión y la esclavitud de la mujer al hombre.

Este concepto arraigado pervive en nuestros días, el modelo barroco así como  la España apostólica y romana representan la mujer española tradicional heredera de tantos años de Dictadura.

Mujeres rapadas franquismo

La mujer guardaba en su cuerpo el honor del marido mediante el sacrificio de todos sus deseos, aspiraciones para inmolarlas en torno a la figura del marido y los hijos. Yo he visto en nuestras madres y abuelas a esas mujeres abnegadas y calladas, resilientes de esta sociedad machista. Y pienso que la Iglesia debe asumir esa parte de culpa por la que la mujer ha sido considerada un ser inferior al hombre. 

La mujer que se sale de esos roles establecidos es criticada y señalada por la sociedad española, sufre entonces el conflicto de lo establecido como bueno, incluso se ha llegado en ocasiones a justificar que el hombre se vengue de la mujer si ya no quiere que sea su dueño.

Día de la Madre, 8 Diciembre 1945

Cuando nos asombramos de la violencia hacia las mujeres en nuestros días, el asesinato del hombre a la mujer, el machismo como forma de dominación masculina, las violaciones, etc., vemos en esta articulación de la sociedad la respuesta a estas actitudes.

Toda esta profundización en cuales son los modelos que se repiten y se ensalzan en la sociedad andaluza, son las que cuestionamos ya que creemos fundamental impulsar una educación igualitaria, que cuestione los estereotipos anclados en nuestra sociedad, hacerlos evidentes, para transformar los aspectos negativos de la sociedad patriarcal que sigue discriminando a la mujer.

Volviendo a la imagen de las Inmaculadas de Murillo, vemos como era una mujer sin mancha, el Espíritu Santo en forma de paloma preña a la madre de Jesús y este acto supone la sublimación del acto sexual que se convierte en algo pecaminoso, por terrenal, por natural. Los valores que se pedían a la mujer de la época eran ser casta y pura, aun pasando los mayores horrores en la tierra. 

La idea de que los iconos colectivos funcionan como impulsos latentes en la ciudad, me llevó al convencimiento de que la Iglesia debería asumir esa parte de culpa por la que la mujer ha sido considerada un ser inferior al hombre, no se valora por su obra, sino por ser o no el prototipo virginal inalcanzable. De nuevo se nos imponen los valores religiosos por encima de los derechos civiles en el siglo XXI las maculadas, las mujeres somos LAS MANCHADAS por la naturaleza.

Con el objetivo de subyugar y someter a la mujer, los Patriarcas de la Iglesia empiezan a elaborar la imagen negativa de todo lo natural femenino. Su propio cuerpo será el símbolo del pecado por antonomasia. Su biología y su ciclo menstruales, en los que su útero se prepara mensualmente para poder ser madre, porque tiene la posibilidad de alojar y dar de comer en su vientre a otro ser para que nazca, son convertidos en flujos impuros, olores del mal y del pecado. Una vez elaborada en la Biblia y en el cristianismo esa imagen de malignidad a lo que caracteriza el cuerpo y la biología de la mujer se consigue mediante la sumisión, su redención.

La mujer se convierte así en la primera víctima de la violencia de género por una organización cuyo libro fundador la Biblia es considerado el más influyente de la historia de la humanidad. 

La mujer pierde su autoestima, entonces no ve otra salida que someterse al varón; su pecado no depende de ella, pues es ella misma el pecado, la impura; sólo mediante la penitencia corporal y la virginidad castrante podrá comenzar a purificarse.

El maltrato psicológico que ha derivado de esto en todas las mujeres podría ser objeto de un juicio a la Iglesia, como entidad que conscientemente ha castigado psicológicamente a la mujer a lo largo de la historia, haciendo que se humille y se autoconsidere una inmundicia.

En nombre de las religiones se ha seguido discriminando a la mujer mediante su recorte de derechos, su dependencia en todos los sentidos del hombre, la castración de su sexo con la vigencia en algunas culturas de la ablación del clítoris o el castigo por lapidación para las mujeres adulteras, las violaciones en todo el mundo o el asesinato en su más trágico final. 

Los factores misóginos que pesan sobre las mujeres los encontramos en muchos libros sagrados. 

San Tertuliano uno de los patriarcas de la Iglesia católica dice entre los siglos II y III de nuestra era: “Vosotras, las mujeres, sois las puertas del diablo; sois las transgresoras del árbol prohibido, sois las primeras transgresoras de la ley divina, vosotras sois las que persuadisteis al hombre de que el diablo no era lo bastante valiente para atacarle. Vosotras destruisteis fácilmente la imagen que de Dios tenía el hombre. Incluso por causa de vuestra deserción, habría de morir el hijo de Dios.” 

Los cismas que a lo largo de la historia de la Iglesia cristiana se produjeron, culminan en la Reforma de Martín Lutero, quién en 1517 rechazó la idea de que el sexo fuera pecaminoso. Dijo que el sexo entre un hombre y una mujer era un regalo de Dios, denunció la tradición católica sobre el celibato de los sacerdotes por lo que se casó él mismo, predicando con su ejemplo; también proclamó que el matrimonio podría disolverse, que nadie podía estar obligado a estar con otra persona toda la vida si no quería.

La Contrarreforma luchó contra todas estas ideas que abrían el camino de la libertad de conciencia y recuperó las ideas sobre la virginidad de la Virgen María, exaltando el dogma del Espíritu Santo como paloma que embarazó a María salvando de nuevo su virginidad. Mientras en Alemania y en los países donde la reforma de la Iglesia triunfó, lo mundano y lo natural entran en el arte y en las creencias, lo sensual es representado y forma parte de la vida, mientras en el catolicismo hay una nueva ola de exaltación de la castración por la represión de la carne. La sublimación de la forma del barroco que retuerce la columna salomónica, hace lo mismo con los conceptos teológicos, un laberinto tortuoso que lleva mediante la castración, al éxtasis de la racionalidad dominadora de la naturaleza.

Visualmente la luz de los ventanales barrocos, es la luz racionalizadora de las sombras oscuras en las que se mueven los deseos impuros y en los que se encuentra la mujer.

En el Levítico leemos:
“Cuando la mujer tuviere flujo de sangre, y su flujo fuere en su cuerpo, siete días estará apartada; y cualquiera que la tocara será inmundo hasta la noche”

Con todos estos antecedentes, no es de extrañar que el fenómeno masculino machista, sostenido por hondas raíces religiosas y culturales, continúe presente en nuestras sociedades. Necesitaremos grandes dosis de educación para poder erradicar esta lacra. Solo con una ley no se pueden borrar de lo más profundo de las tradiciones, tantos siglos de pensamiento discriminador hacia la mujer. 

El imperativo ético de nuestra sociedad es plantear la ruptura con todos estos valores patriarcales y misóginos que algunos dogmas religiosos amparan. Esa es la imagen que una y otra vez se recupera en la Historia del Arte para volver a recordar el prototipo venerado por esta sociedad que vuelve a mirar la virginidad, la castidad y la sumisión, como el estado en el que la mujer se podría salvar de su ser auténtico y creativo tan temido por la sociedad patriarcal.

En las Inmaculadas de Murillo queda representada claramente la moral castradora impuesta por el catolicismo. Es esa moral la que habría que desenmascarar para buscar una vía personal y extensible a todas las mujeres, senda liberadora que dejará paso a una conciencia de la naturaleza real de la mujer, al empoderamiento personal y femenino en el que la belleza reside en la exaltación de su naturaleza, la búsqueda del disfrute y de la libertad de conciencia. La mujer creadora y dueña de sí misma que será capaz de defenderse al conocerse y quererse como es.

Ahora pasaré a explicar las dos obras que presenté en la exposición Maculadas sin remedio.

La diosa Noctiluca de la cultura tartésica, diosa de la luna, de la noche y la fecundidad. Amaterasu, la diosa de la luz en el mito del sol en Japón representa esa lucha por lo femenino que se esconde en una cueva huyendo de las agresiones de su hermano Susanoo, Dios de la tempestad. Amaterasu era la encarnación del sol y desaparece en la cueva, se invisibiliza en el inframundo, frontera entre el mundo físico y espiritual.

En mi trabajo representé esa idea de la mujer como diosa que sale de las cavernas de la oscuridad patriarcal y se cubre el sexo con una concha para no escandalizar a los descreídos, estableciendo una mirada hacia el cielo, pues ella es la diosa de la que nace y se expande el Universo. 

Diosas antes que vírgenes, foto de Charo Corrales
subtítulo Amaterasu, Noctiluca, Isis, Astarté 

La obra piedras es una performance de 4 minutos en formato MOV grabado por HD
Piedras. Fotograma del vídeo.

Una mujer desnuda que representa lo virginal como lo primigenio, sin ropajes, como la conciencia en lo más profundo de nuestro ser, va siendo empedrada literalmente en medio de la naturaleza por una mano ajena, que serían todo lo exterior a ella, los convencionalismos, los deberes como esposa y madre sumisa y callada. 

La mujer representa a todas las mujeres sometidas en esta sociedad, no muestra resistencia, es esa mujer sumisa que aspira encontrar un más allá (el paraíso prometido por la religión) que la libere de esta realidad en la que el patriarcado va colocando las piedras que acabarán por enterrarla.

REPRESENTA A MI MADRE, A TODAS LAS MADRES que se anulan para que disfruten los demás.

La mujer como ser natural creativo, es convertido mediante la idea del patriarcado, en el germen del mal y del pecado, la única forma en la que la mujer puede redimirse de esa mancha es convertirse en este prototipo católico de la Contrarreforma que pintó Murillo en su Virgen Inmaculada. La mujer extasiada en el más allá, donde encontrará una mejor vida, porque aquí en la tierra tiene que doblegarse ser obediente al marido, sumiéndose en el quehacer diario de la casa, sin protestar, sin hablar, aguantándose.

La mujer enterrada en piedras visualiza todas las costumbres, hábitos, palabras y acciones, presentes en la sociedad patriarcal y católica que entierran, paralizan y destruyen la libertad, la naturalidad de la mujer para convertirla en un objeto a controlar.

La santidad, una mujer buena, se entiende como la que mayor sometimiento tenga al sexo masculino, su dueño, y ella su esclava.

Ese cliché de la mujer santa y buena esposa, que no es nada sin su marido.

Esa violencia hacia la mujer persiste hoy en nuestra sociedad; en esta obra cada piedra es cada una de las frases que se le han asignado a la mujer para denigrarla y así someterla mediante la pérdida de autoestima: no sirves para nada, todo lo haces mal, hueles mal, no te pongas esa ropa, estás provocando a los hombres.

Un acicate para seguir trabajando el tema de la igualdad, de los valores obsoletos de nuestra sociedad que recurre una y otra vez al tema de la Inmaculada de Murillo en Sevilla, como modelo para la mujer.

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Ángeles de la Torre

Doctora en Bellas Artes. Especialidades de pintura y escultura en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla. En 2003 publica con la editorial Archiviana: El pensamiento artístico, ciencia y religión en al-Ándalus. En 2019 publica con la editorial Aconcagua, Exiliado piel adentro. Historia de un médico republicano. Es profesora de Educación Secundaria. Entre las exposiciones colectivas destacan la celebrada con el Colectivo Surcos de poesía, titulada A la Deriva, celebrada en la Sala del Ayuntamiento de Coria del Río; 2017 Invisibilizadas, sala Antiquarium de Sevilla; 2019 Maculadas sin remedio, sobre la mujer y la permanencia de los estereotipos con el tema recurrente de la Virgen Inmaculada de Murillo y su celebración, Sevilla y Córdoba. Ilustradora del libro sobre Miguel Hernández La luz que no cesa, realizado el Colectivo Surcos y la Universidad de Sevilla; El niño muerto, de Carlos Fabretti, editorial Atrapasueños, La Isla del Arroz, Juanmi Baquero, Ayuntamiento de Isla Mayor. 2006 premio de escultura a la Memoria de los represaliados por la dictadura de Franco, convocado por el ayuntamiento de Coria del Río.

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