Cualquiera que haya pasado algún tiempo en torno a la izquierda alemana se ha encontrado en más de una oportunidad con la pregunta ¿qué son lxs antideutsch? ¿Cómo puede existir una izquierda que apoye a Israel y a los EUA? ¿Qué ha pasado en este país para que algo así sea posible?
A pesar de ser una corriente prácticamente desconocida a escala global, y a pesar de estar en decadencia en la actualidad, la corriente de lxs antideutsch conserva una influencia nada desdeñable sobre los debates al interior de la izquierda alemana. El concepto de “antideutsch” fue acuñado en los años 90, luego de la unificación alemana, como forma de denominar a un sector de la izquierda que denunciaba los peligros de conformar un nuevo estado alemán a partir de los símbolos y la historia nacional que configuraron la identidad de ese país durante el siglo XX. Esta corriente mantiene un gran poder de censura sobre las declaraciones, opiniones y alianzas que las organizaciones de izquierda pueden hacer, calificando de antisemita a cualquier iniciativa que incluya la solidaridad con la lucha del pueblo palestino. Lo que representa un dato para nada menor, ya que en Alemania existe un código penal muy estricto sobre el antisemitismo, y ser catalogado con ese rotulo puede generar represalias por parte de instituciones públicas y privadas.
La necesidad de escribir las siguientes líneas surgen, no solo como un aporte para entender los peligros que se esconden detrás de esta corriente en particular, sino también de mostrar un ejemplo vivo de las consecuencias que tiene el no trabajar de manera colectiva y críticamente la vinculación entre historia y poder, y como ella oculta los intereses de la sociedad actual. Ante la ausencia de un proceso popular que elabore una historia colectiva, lo que existe, en vinculación con el pasado de persecución, tortura y exterminio llevado adelante por el fascismo, es una sociedad profundamente atravesada por la culpa individual y colectiva.
No es casual. La historia oficial fue elaborada desde las instituciones estatales en acuerdo con los intereses de los grandes grupos empresarios y el imperialismo (sobre todo estadounidense), dejando de lado las razones económicas y políticas que llevaron al Holocausto. En este contexto, las herramientas legales de censura se utilizan como forma de persecución a posiciones críticas al discurso oficial.
A pesar de que las posturas antideutsch surgen habitualmente en los debates políticos y representan en la práctica un conjunto de ideas con cierta homogeneidad, es difícil identificarlos de forma estricta con una ideología o una corriente teórico-política. Estos grupos raramente se autodenominan públicamente de esa forma debido a que se amparan en la reproducción del discurso hegemónico sobre el antisemitismo, el fascismo, el imperialismo, etc. para desarrollar sus posiciones y practicas. Solo disponemos de informaciones parciales y existen pocas sistematizaciones lo que dificulta una elaboración exhaustiva sobre la temática, por eso proponemos aquí una aproximación preliminar al tema. Para acercarnos a esta caracterización, utilizaremos los textos de Stephan Grigat (1), uno de los máximos referentes de esta corriente.
Foto : T Rassloff, https://www.flickr.com/photos/rassloff/7808968474/in/photostream/
Cinco puntos centrales de la corriente antideutsch
1- Con una pretensión de continuidad o adaptación a la teoría marxista, la corriente antideutsch elabora su crítica al sistema capitalista utilizando exclusivamente análisis sistémicos o globales que contemplan a los Estados y otras formaciones político-institucionales como meros “adornos” o complementos de las dinámicas de dominación general. De esta forma, los Estados no tendrían mayor relevancia a la hora de definir la estructura general de la sociedad, ni tampoco la tendrían en la forma concreta en que esa dominación se ejerce. En este punto, su postura no solo oculta las relaciones de dependencia entre los países del centro y la periferia, sino que retrotrae la discusión teórico-práctica más de 150 años en relación con el entendimiento del Estado y su vinculación con la sociedad. Reproducen así una visión instrumentalista del Estado (ya criticada por el mismo Marx), la cual lo entiende como un mero instrumento del capital sin capacidad relativa para definir las condiciones en que la explotación por parte del capital se ejerce en una sociedad en particular.
Si los Estados son meros adornos, definirlos como imperialistas no tendría entonces utilidad alguna, ni teórica ni práctica. Aceptando la idea de que el capitalismo es un sistema total (homogéneo y sin particularidades; sin centro ni periferias, ni polos de poder), el sistema mundo se nos presenta como una red amorfa, en donde lo único que existe son relaciones sociales de producción capitalista sin sujetos sociales o estructuras de poder. Este razonamiento es la base para plantear que cualquier señalamiento a ciertas empresas o sujetos puntuales como artífices y poseedores del poder económico en este sistema es equivalente al mecanismo utilizado por lxs nazis para culpar a lxs judíos de todos los males. De esta lógica surge la frase “criticar a Bill Gates es antisemitismo estructural”, pronunciada por XX en XX (2). Y también el planteo de que no se puede criticar a los Estados Unidos de América (EUA) por su accionar genocida a lo largo y ancho del mundo, porque de hacerlo estaríamos incurriendo en razonamientos antisemitas (3).
En este punto, podemos ver que lxs antideutsch hacen uso de las mismas herramientas retóricas que lxs stalinistas utilizaban para justificar las alianzas con los poderes imperiales, entre otros con el nazismo: “Sería erróneo no tener en cuenta las peculiaridades específicas del capitalismo norteamericano. El partido comunista no debe perderlas de vista en su actuación. Pero sería aún más equivocado basar la actuación del partido comunista en estos rasgos específicos, pues la base para la actuación de todo partido, incluyendo al norteamericano, está en los rasgos generales del capitalismo, iguales en su esencia en todos los países, y no en la fisonomía especial de cada país. En esto se basa precisamente el internacionalismo de los partidos comunistas. Los rasgos específicos no son más que un complemento de los rasgos generales”. (4)
2- Lxs antideutsch constituyen una corriente racista y anti-islam, ya que considera a las culturas que se organizan en torno al islam como inherentemente antisemitas (a pesar de que tanto el judaísmo como el islamismo son religiones semitas). Postulan asimismo que es posible trazar una línea de vinculación entre el nazismo y la “barbarie” islamista. Según este razonamiento, los objetivos perseguidos por ambos movimientos son similares en tanto ambos buscan establecer comunidades religiosas organizadas a través del Estado y tienen como objetivo la no existencia de Israel. En el caso del nacionalsocialismo, una comunidad cristiana organizada por el Estado y las organizaciones corporativas (como la familia). En el caso del islam, la “Umma”, que es la vida organizada a través de la comunidad social, religiosa y económica y en el marco de la comunidad islámica (5). En ese sentido cualquier Estado o movimiento político que se reconozca como parte de la religión islámica tiene necesariamente que tener como objetivo el exterminio de los judíos. Es por esto que los antideutsch proponen su apoyo a cualquier fuerza militar o política que se enfrente al islam, lo que llevo a muchxs integrantes de la corriente antideutsch a defender la “guerra contra el terrorismo “, lanzada por las EUA a partir del 2001. (3)
3- Esta corriente entiende la creación del Estado de Israel como el resultado positivo y favorable de la Shoah o el Holocausto. De esa forma, a pesar de que lxs antideursch se consideran marxistas, no analizan al Estado de Israel desde una perspectiva histórica, ni tampoco ideológica, clasista o internacionalista. La postura es simplemente aceptar que Israel es la configuración justa para el pueblo judío. Por consiguiente, todas las acciones militares que este Estado emprende son defensivas ya que se originan en la violencia acaecida sobre el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial en manos de los nazis.
4- A pesar de considerar a la teoría marxista como la base desde donde hacen sus análisis de la realidad, consideran a la praxis marxista y socialista en general como fuentes de antisemitismo. Dejando de lado el hecho histórico de que millones de judixs formaron parte fundamental de la fundación y consolidación de los partidos comunistas y organizaciones anarquistas a nivel mundial, ante los ojos de lxs antideutsch estas estructuras elaboradas por la clase obrera fueron la puerta de entrada para expresiones antisemitas o que reproducen el antisemitismo en la izquierda en general. Así, el apoyo masivo y global de la izquierda a la causa palestina no estaría relacionada con la situación de opresión y exterminio ejercida por el Estado de Israel, sino con supuestas tendencias antisemitas en la estructura de estos partidos y organizaciones.
5- Lxs antideutsch rechazan las luchas anti-coloniales o anti-imperiales ocurridas en la segunda mitad del siglo XX en el Sur Global, considerándolas como meras luchas “nacionales” y por lo tanto como parte de esa dinámica de antisemitismo estructural explicitado en el punto 1. Entendiendo así que lxs millones de activistas que lucharon y luchan por la autonomía de sus países en realidad lo hacen por una falsa ideología o por una confusión teórica, y que lxs verdaderxs “revolucionarixs” deben denunciar estas luchas por su carácter nacional y no internacional. Para entender mejor este punto, es fundamental tener en cuenta que la abrumadora mayoría de movimientos anti-coloniales, altermundistas y anti-capitalistas a nivel global fueron y son movimientos anti-israelíes por considerar a este un Estado colonizador.
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Discusiones y construcciones en la historia reciente de Berlín
La historia de lxs antideutsch comienza a fines de los años 80 en Alemania como parte de discusiones marginales al interior de la izquierda al calor de la guerra de los seis días (1967), en donde la agresión imperial israelita configuró, a través de anexiones territoriales, la actual superficie del país. Cabe destacar que en múltiples ocasiones la ONU ha elaborado resoluciones, denunciando la política expansionista de Israel e instando a este que avance en la devolución de los territorios anexados.
A su vez, el resurgimiento de grupos neonazis y la consecuente confrontación de estos con grupos de izquierda fue clave para que los grupos que identificaban al antisemitismo como el principal problema político de la etapa hegemonizaran los debates al interior de la escena de izquierda durante las décadas de los 80 y 90.
La caída de la República Democrática Alemana en el año 90 y el posterior proceso de anexión de sus antiguos territorios a la República Federal Alemana, dió como resultado que los debates políticos en el Norte global estuvieran muy enfocados en la reciente victoria del capitalismo (o, como lo definió en esa misma época Francis Fukuyama, el supuesto “fin de la historia”) sobre el bloque sovietico y sobre cuáles eran las tareas para la izquierda en un contexto de derrota. Así se dejaron en un segundo plano ejes como el internacionalismo, el anti-imperialismo o la vinculación con luchas anti-coloniales o del Sur global.
En este contexto, el caso de la ciudad de Berlín es paradigmático. En los diferentes barrios de la ciudad “re-unificada”, la confrontación política comenzó a enfocarse cada día más en la acción directa callejera entre grupos de neonazis y anti-fascistas, siendo las Projekthaus (edificios ocupados y gestionados de forma colectiva, que en algunos casos han desarrollado formas de propiedad colectiva a través de cooperativas o asociaciones) el epicentro desde donde se desarrollaban acciones o se organizaba la resistencia. En épocas marcadas por la acción directa, la lucha por el control territorial se convirtió en el tema central.
Es en ese contexto de confrontación directa, de nuevo auge de los grupos neonazis provenientes de la Alemania occidental y de unificación nacional en donde la prédica antideutsch ganó centralidad y visibilidad.
Cabe destacar que a partir de los años 2000 comenzaron a surgir diferentes grupos reunidos en torno al movimiento post-autonomista, los cuales elaboran fuertes críticas a la forma accionista y sectaria de las organizaciones antifascistas de los años 80-90. Estas nuevas corrientes comenzaron también a discutir las posturas antideutsch y a problematizar las consecuencias políticas de estas.
Consecuencias de la prédica pro-imperial en la izquierda alemana
A pesar de haber sido producto de una coyuntura histórica en donde urgía debatir nuevamente el ascendente antisemitismo, en la actualidad la corriente antideutsch se ha consolidado como una visión que profundiza la incapacidad de la izquierda para convertirse en un factor de poder ante la sociedad en su conjunto.
Desde esta perspectiva, la ausencia o el rechazo directo al concepto de imperialismo es clave. Para encontrar algunas de las razones para esto, no solo debemos hablar de la mirada benévola sobre el rol que desempeñan los EEUU a nivel global, sino particularmente de la influencia que tuvo Antonio Negri sobre la praxis de la izquierda europea y en especial la alemana a partir del año 2000. Nos referimos puntualmente al impacto que tuvo su libro Imperio. (7)
En aquel texto podemos ver que la idea de imperialismo es reemplazada por la de imperio, lo que implica la inexistencia de un centro y una periferia, o polos de poder y espacios subordinados. Por el contrario, lo que tenemos son solo diferencias de grado: los diferentes países ya no cumplen roles específicos en la economía y política mundial (determinados desde los países del Norte), sino que todos cumplen el mismo rol (o pujan por cumplirlo), sin asimetrías estructurales entre ellos. Su desempeño estaría así condicionado solo por su vinculación con el todo global (imperio) que los conecta, da sentido y función.
La idea de que hay países imperiales o centros de poder es completamente abandonada, dando lugar a una interpretación de la realidad en donde las luchas nacionales, independentistas, anti-imperiales o anti-coloniales no tienen valor en su especificidad, sino sólo en tanto son partes de la lucha contra el capitalismo mundial, habitualmente en vinculación con luchas en el centro mundial. Como bien lo plantea Nestor Kohan: “Entre las principales dificultades y los obstáculos ideológicos que intentamos marcar en Imperio, merece destacarse su inocultable eurocentrismo y su total incomprensión del fenómeno imperialista de nuestros días-acorde con ese europeísmo y con la lectura sesgada de Marx que contiene. En esta parte del texto de Negri, como en ninguna otra, se hace patente que seguir insistiendo en los ya clásicos lugares comunes de la ideología eurocéntrica tiene consecuencias políticas inequívocas.” (8)
La negación de la existencia del imperialismo y sus consecuencias para las condiciones de vida no permite ver lo que sucede en la vinculación entre los países del centro mundial y la periferia (9). Al mismo tiempo, oculta que la base de la riqueza de los países centrales se encuentra sobre las espaldas de millones de trabajadorxs en el Sur Global. Resulta hasta risueño tener que explicar a compañerxs de la izquierda que sus casas, sus autos, sus computadoras de última tecnología, sus celulares, etc.Son el resultado de una distribución global del trabajo en donde los países del centro se han reservado el desarrollo tecnológico, el control financiero y productivo, dejando que los países del Sur Global aporten mano de obra, sus riquezas naturales y su infraestructura a precios de usura. Desde Marx, pasando por Lenin, hasta Rosa y últimamente Chomsky o Hobsbawm, se han descrito las formas que toma el capitalismo a escala global, y como los Estados son los artífices de las condiciones particulares de dominación en los territorios específicos en el contexto de las luchas imperiales.
Como escribió Trosky hace ya casi 100 años: “El carácter internacional de la revolución socialista […] es consecuencia inevitable del estado actual de la economía y de la estructura social de la humanidad. El internacionalismo no es un principio abstracto, sino únicamente un reflejo teórico y político del carácter mundial de la economía, del desarrollo mundial de las fuerzas productivas y del alcance mundial de la lucha de clases. La revolución socialista empieza dentro de las fronteras nacionales; pero no puede contenerse en ellas. La contención de la revolución proletaria dentro de un territorio nacional no puede ser más que un régimen transitorio…” (10)
Al parecer, estos sectores de la izquierda alemana han decretado el “fin de la historia” para justificar su abandono a estos debates y estas luchas de larga trayectoria que no sólo interpelan a la izquierda a nivel global, sino que lo hacen cotidianamente a miles de millones de trabajadorxs en todo el mundo.
(1) http://cafecritique.priv.at/antideutsch.html
(2) https://brf.be/kultur/medien/1499324/
(3) https://linkezeitung.de/2020/01/21/krieg-gegen-die-wahrheit-antideutsche-kooperieren-mit-den-eliten-und-befeuern-konflikte/
(4) Bolchevik, N°1 de 1930, Stalin
(5) https://www.degruyter.com/document/doi/10.1515/9783110671964-010/html
(6) Para una crítica profunda al texto ver “Toni Negri y los desafíos del imperio” de Nestor Kohan
(7) https://www.aporrea.org/actualidad/a5251.html
(8) https://www.aporrea.org/tiburon/a124011.html
(9) “La revolución permanente”, Trosky, León