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En nuestra historia se han destacados innumerables hombres que bien han manifestado su grandeza por sus ideas y por sus accionar, los cuales son utilizados para estudiar el desarrollo del pensamiento político de nuestra historia por la profundidad y dimensión de sus ideas. Muchos son los ejemplos que pudiéramos citar, que aunque no alcancen la grandeza de guerrero formidable, señor de las batallas, coloso militar, pensador por excelencia, merecen ser recordados y homenajeados.

Yo nací en el ultramarino pueblo de Regla, pueblo conocido por su idiosincrasia, por su religión, por sus valiosos aportes a la cultura y al deporte de nuestro país. Es fácil identificar a mi pueblo con los nombres de Gilberto Torres, Clara y Mario, Los Latinos, Los Guaracheros de Regla, y otros. Es de muchos conocido su apodo de La Sierra Chiquita. De todo esto siempre me he enorgullecido, pero siempre ha quedado en mí el deseo de indagar un poco más en el pasado, para conocer el porqué de este sobrenombre, y este es mi objetivo principal con este trabajo.

Es por tal motivo que cumplo con una promesa que me hice hace muchos años, la de conocer, estudiar y compartir con mis compañeros, la historia que hicieron los hombres de mi natal pueblo, hombres comunes, hombres trabajadores, hombres que sacrificaron su juventud y su vida por el ideal que defendieron, por el cariño entrañable por Fidel, la dedicación a la Revolución y la decisión de dar la vida por ella. Hombres que con el desarrollo de su vida han demostrado el pensamiento revolucionario de todo un pueblo en defensa de sus ideales revolucionarios.

No es mi intención la realización de un texto de historia de mi localidad, es tan solo presentar a modo de resumen lo que hicieron mis coterráneos para ser merecedores de ese nombre de guerra, pero sepan que lo hago con satisfacción y orgullo, con admiración y cariño, como un deber ineludible de recordación y homenaje al numeroso y heterogéneo grupo de combatientes que hicieron a mi pueblo merecedor del alto reconocimiento, como bien dijera el Comandante Delio Gómez Ochoa (Marcos): “La gran célula del movimiento 26 de Julio en Regla, por su maestría, pudo haber emulado muy bien a la hora de reclamar los riesgos en la lucha, con los bayameses o los santiagueros. Regla recibió de nuestro Comandante en Jefe el calificativo de Sierra Chiquita, y todos sabemos cuán discreto es él al emitir un juicio elogioso”.

 

Donde se presenta al personaje principal de este trabajo

A pesar de no cumplir los indicadores requeridos de población y extensión, a Regla, desde la primera división política – administrativa, se le concedió la categoría de Municipio por sus características e historia y su propia idiosincrasia.

El ultramarino pueblo de Regla, de una extensión de 10,4 Km², con una población de alrededor de 43 000 habitantes, fue en el pasado una de las zonas que más ventajas económicas ofrecía, debido a su posición geográfica. Cuenta con dos asentamientos urbanos, formados por las comunidades de Regla y Casablanca, unidas por la ensenada de Marimela donde se encuentran ubicadas las instalaciones de la refinería “Ñico López”.

Guaicanamar, fue el nombre primitivo de este pueblo, que significa “frente al mar”. Fue poblado desde el año 1573 como un hato de indios siboneyes pertenecientes al cacicazgo de Guanabacoa. El nombre de “Regla”, fue adoptado en honor a “Nuestra Señora de Regla”.

Se ha tomado la fecha de  fundación del territorio por el documento firmado por Pedro Recio de Oquendo el 3 de marzo de 1687, en el que este hace donación de un terreno a un personaje conocido por Manuel Antonio “El Peregrino”, natural de Lima, Perú, quien se proponía erigir una Ermita a Nuestra Señora de Regla. En este lugar se adoró un cuadro pintado al óleo de la Virgen, hasta que en 1694 el castellano, Jefe de la Fortaleza Militar de la Punta, Don Pedro Aranda de Avellaneda, el 8 de septiembre, trajera de España la imagen que hoy se venera. Con el transcurso del tiempo aumentó la devoción, se fue desarrollando el culto a esa imagen, haciéndose fiesta anual el 8 de septiembre y es así como fue creándose el hábito de llamar a este pueblo Regla.

Por otra parte, desde 1589, en Casablanca, se construyó por la Real Hacienda, un depósito para guardar los objetos que no cabían en los Almacenes de La Habana. Según cuenta la tradición, ese edificio siempre estuvo pintado de blanco. Los que tenían que viajar a esta parte de la bolsa habanera decían al botero: “Lléveme a la Casa Blanca”. A fuerza del uso y la costumbre, quedó bautizado de por vida y así llegó el nombre de este pueblo hasta nuestros días.

Regla tuvo un rápido crecimiento demográfico, debido a que era un territorio próspero, donde existían importantes actividades económicas como la refinación de petróleo, la producción de gas, la producción de cajas para azúcares y mieles, tejares y además zonas para reparar embarcaciones, actividad pesquera, carbonera, de fundición y sobre todo la labor marítimo portuaria. El auge industrial, comercial y marítimo fue atractivo para personas emprendedoras o sin trabajo, que encontraban la posibilidad de asentarse y asegurar su sustento entre las que podemos señalar la fuerte presencia extranjera, por ejemplo Casablanca se caracterizaba por la presencia de catalanes, gallegos, canarios y mallorquines, mientras que en Regla había una mayor presencia de africanos, chinos, gallegos, asturianos, canarios, mallorquines, italianos, franceses, ingleses y norteamericanos.

De todos es conocido sus límites con la bahía de La Habana, el centro más convulsionado por las luchas obreras, donde se libraron históricas batallas entre la masa de estibadores y braceros contra las injusticias de  sus patronos.

 

Período desde su fundación hasta 1952

Este territorio fue un mercado de esclavos importante en el período colonial. Entre 1791 y 1792 entraron por este puerto varios miles de negros africanos. Para 1847 aparece un nuevo tipo de esclavitud, que aunque no de forma legal se extendió rápidamente, la de los chinos. Fue este pueblo el primero que los recibió, cuando llegaron a bordo del bergantín “Oquendo” el 3 de junio de 1847 y fueron empleados en los trabajos más fuertes, incluyendo la carga y descarga de buques y recibían por su trabajo menor remuneración.

En este período las diferencias entre criollos y peninsulares se habían desarrollado y sus crecientes contradicciones económicas llevaban a los primeros a considerar una necesidad la separación de la metrópoli. El ciclo se inicia con la “Conspiración masónica” (1810), tiempo después surgió la de “Rayos y Soles de Bolívar” (1823), y luego del fracaso de esta la “Conspiración de La Gran Legión del Águila Negra” (1829), originada en México y extendida a Cuba por el habanero exsacerdote Simón Chávez, precisamente con esta se registró la primera contribución de los reglanos a la causa, que por la forma peculiar en que se organizó no es posible conocer los nombres de todos los que en ella participaron.

El primer gesto de rebeldía en Regla ocurrió en 1833, cuando los marineros que llevaban pasajeros y mercancías de Regla a la Habana, se negaron a pagar diez centavos por viaje a un subastador del Ayuntamiento de la Habana. A ellos también corresponde el haber organizado una sociedad de socorros mutuos, dándoles protección a los enfermos, viudas y huérfanos.

A principios de 1852 se organizó un levantamiento armado en Pinar del Río que se extendió a la Habana, denominado “La Conspiración de Vuelta Abajo”. Este movimiento estuvo apoyado por un periódico clandestino llamado “La Voz del Pueblo Cubano”. Precisamente dos nativos de Regla, Juan Sandalio Bellido de Luna y Eduardo Facciolo Alba, tuvieron a su cargo la labor de redactar e imprimir este primer periódico revolucionario. El primer número se imprimió el 12 de junio de 1852 en Mercaderes No. 18, en tanto el segundo y tercer números fueron impresos el 4 y 26 de julio en Regla, en casa de Juan Hiscano. Producto de una delación fue hecho prisionero Eduardo Facciolo y condenado a muerte. Con posterioridad, por su temprano servicio a la propaganda independentista, Facciolo ha sido considerado como el primer mártir de la prensa en Cuba.

Después de estos hechos se organizó la “Conspiración de Ramón Pintó” (1855) en la que participó el reglano Aguntín Pío La Piedra y del Pino.

Todas estas conspiraciones fallidas condujeron al incremento del espíritu independentista que desembocó en nuestra primera guerra contra España. Como la lucha armada se produjo en la región oriental de la isla, adeptos a la independencia que vivían en ciudades o pueblos marcharon a la manigua. Entre los reglanos incorporados a la guerra se encuentran Pío La Piedra y Anselmo Aragón los cuales alcanzaron el grado de Comandante.

A mediados de 1878 el Capitán General Arsenio Martínez Campos envió a todos los Ayuntamientos de la isla, la orden de organizar festejos públicos para celebrar “La paz en la isla”. Con una sesión extraordinaria se trató el tema en el pueblo de Regla el 13 de junio de 1878, acordándose celebrar fiestas durante los días 15 al 18 del mismo mes, invitar a los vecinos que contribuyeran con el adorno de las fachadas de sus casas y permitir durante esos días la diversión del pueblo según sus costumbres. Un grupo de reglanos afiliados al Partido Liberal en su mayoría, acordaron constituir una Sociedad Liceo, escogiendo para ello la fecha del 10 de octubre de 1878, como expresión de libertad para el país. En la noche del 8 de febrero de 1879 se celebró la velada inaugural del Liceo Artístico y Literario de Regla, que contó con la asistencia entre otros de Luisa Pérez de Zambrana, Enrique José Varona y José Martí, quien días antes, el 31 de enero, había sido nombrado socio de honor del Liceo.

Aunque el sistema educacional en este período era insuficiente, algunas de las escuelas alcanzaron prestigio en La Habana por los profesores que trabajaban en ellas, entre las que se encuentra el Colegio Nacional y Extranjero de San Francisco de Asís y Real Cubano, fundado por Don José Alonso Delgado, prestigioso profesor canario radicado en Regla, donde solicitó ingreso el joven José Martí, en marzo de 1868. Aunque el ingreso de Martí no se hizo efectivo, el mero hecho de haber realizado esta solicitud da idea del reconocimiento que se tenía del Colegio y del profesor Delgado.

En 1880, la señora Dolores Coyula Páez, en la llamada Guerra Chiquita, conspiró con el General José María Aguirre y su ayudante Nicolás Valencia, bordando banderas, haciendo insignias para la oficialidad y enviando municiones. Por este motivo se levantaron sospechas con respecto a su desafección hacia el gobierno español, que culminaron en la detección de ella y varios de sus familiares.

Entre 1894 y 1895, Regla se encontraba inmersa en el mismo ambiente de conspiración que existía en la Habana donde radicaba la Delegación de Martí en Cuba, a través de Juan Gualberto Gómez. Tal es el caso de la barbería de Bonifacio Mojica, a la que todos llamaban “El Salón de Oriente”, en el Café “Catalán” y en el “Liceo Artístico y Literario”, lugar este donde se organizó un grupo de conspiradores nombrado “Grupo de los 41”.

En 1896 la actividad conspiradora en el Liceo se había hecho demasiado manifiesta. A causa de ello en el mes de noviembre el Alcalde Municipal autorizó un registro y fueron hallados cuatro paquetes de cápsulas Rémington, diez recortes de periódicos que contenían varios retratos de jefes de la pasada guerra y algunos de la presente, otros recortes de periódicos que contenían una carta de Antonio Maceo y varios discursos de carácter político, un artículo de “El Cubano Libre” y una relación de 20 hombres con varios signos numéricos. Por tal motivo fueron detenidos varios reglanos y decretada la clausura del Liceo, que más tarde fue ocupado por las tropas españolas, utilizándose como cuartel.

Significativo fue el servicio prestado por los clubes patrióticos durante el último período de la guerra con el objetivo de apoyar las tropas que operaban en las inmediaciones de la provincia Habana. A tales efectos fueron creados en Regla tres clubes patrióticos que trabajaban para auxiliar a las brigadas de la 1ra División del Quinto Cuerpo.

El 30 de diciembre de 1898 las tropas del General Rafael de Cárdenas, en las que prestaba sus servicios el reglano y sargento Corneta Lorenzo Dilla, hicieron su entrada al pueblo y acamparon en la “Loma del Recreo”. Una multitud colmada de entusiasmo recibió a los patriotas y organizó un banquete para celebrar el hecho, que parecía ser la expresión local de un triunfo verdadero en toda la isla, cuando en realidad la frustración de los ideales de independencia se fraguaban tras la intervención de los Estados Unidos en el final de la guerra.

A principios de 1899, es designado Alcalde de Regla, el Coronel de Sanidad del Ejército Libertador Dr. Andrés Clark Mascaró, quien sustituye al Alcalde Autonomista Fernando Loredo. En agosto de 1900, luego de ser electo a la alcaldía, Clark renunció a la misma por el desorden que promovieron los partidos contrarios a que él se hiciera cargo de la Alcaldía y esta situación originó que se le retirara al territorio su condición de Municipio y pasara a la subordinación de la Habana.

Para lograr restablecer el término municipal se desarrollaron gestiones ante el gobierno, y especialmente ante el Generalísimo Máximo Gómez por figuras como Miguel Coyula, el propio José Andrés Clark, Oscar Lunar y otras personalidades, pero no se obtiene hasta 1912.

El 1ro de mayo de 1913, al celebrarse el Día de los Trabajadores, se inauguró un sencillo monumento en el hoy Parque Guaicanamar, dedicado a los Mártires del Trabajo.

El 24 de enero de 1924 el Alcalde Dr. Antonio Bosch Martínez dicta una resolución con la que determinó plantar un olivo en recuerdo al “Gran ciudadano del mundo”, Vladimir Ilich Lenin, para lo cual fueron convocados todos los pobladores. Este hecho quedó plasmado en la Historia de Cuba y del orbe, como el primer monumento a Lenin fuera de Rusia.

A partir del año 1939, el proletariado reglano jugará un importante papel contra el fascismo, librando batallas no solamente a través de la prensa local, sino participando en manifestaciones populares contra ese flagelo de la humanidad. Por los puertos de Regla salieron barcos conteniendo avituallamiento para la Rusia Soviética, entre los que iban tabaco, leche y otros productos enviados por trabajadores cubanos. Se destacó en esta labor la presencia de Lázaro Peña, quien trabajó como estibador de estos productos.

Cuando fue destruida la aldea de Lídice, el pueblo reglano envió mensajes de solidaridad con el pueblo checolosvaco y nombró a un nuevo reparto que se construía con el nombre de “Lídice”, colocando una tarja en este lugar en recordación a los niños y demás víctimas de esta aldea, lo que fue aprobado por el Ayuntamiento Municipal a propuesta de los consejales de izquierda el 24 de agosto de 1943, y en 1945 sembraron en el centro del Parque Guaicanamar un laurel, luego de la victoria contra el fascismo en honor a Stalin, Roosevelt,  Churchill y Chiang Kai Chek y por la victoria sobre las tropas enemigas, incorporando además en la fachada del Ayuntamiento, en la parte superior, una letra “V” de la palabra victoria y al centro de ésta el escudo cubano.

 

Período de 1952 – 1956

En marzo de 1952, inmediatamente después del Golpe de Estado encabezado por el dictador Fulgencio Batista, muchos reglanos acudieron a la Universidad de La Habana en busca de las armas que había prometido Prío a la FEU, pero en breve se conoció de su traición y cobardía, al exiliarse en la embajada de México.  

Durante los meses siguientes se constituye el MR-26-7 en Regla, y se comenzaron a realizar actividades clandestinas de forma más organizada como es el caso del paro obrero en las rutas de ómnibus 6 y 29.

Los dirigentes del MR-26-7 tenían contactos de trabajo con conocidos y reconocidos dirigentes del movimiento como son: Ciro Redondo, Ñico López, Juan Manuel Márquez, Pedro Miret y Faustino Pérez.

A mediados de abril de 1955 salió nuevamente el periódico “La Calle” el cual era distribuido para recaudar fondos para el movimiento, pero principalmente para garantizar que esta prensa llegara al pueblo por el ser el vehículo de propaganda con que se contaba en esos momentos. En los primeros meses este periódico se traía en la ruta 6 hasta la entrada del pueblo y se le entregaba a un compañero, el cual realizaba su distribución en una bicicleta. Posteriormente al tornarse la situación más difícil, eran llevados directamente hasta el paradero y se guardaban en un estante de ventas de periódicos que poseía un inspector de ómnibus simpatizante con el MR-26-7.

En una de las liquidaciones de lo recaudado con la distribución de esta prensa, los jóvenes reglanos tuvieron un encuentro con Fidel, el cual se interesó por las actividades del Movimiento en el pueblo y solicitó que se realizaran recaudaciones a través de colectas para que ayudaran a sostener el periódico, las cuales realizaron obreros de la Productora de Superfosfatos, al donar medio día de sus haberes.

Una mañana de principios del año 1955 amanecieron pintadas con lemas que daban vivas a Fidel algunas calles, a los pocos días se repitió este hecho y esta vez la pintura mural fue de un extremo a otro del pueblo, en las paredes, aceras, servicios públicos, etc, de la calle principal. Esta acción la realizó el joven José Ferrer García “Cheo”, por iniciativa propia, que no tenía contactos con el Movimiento y que estaba deseoso de luchar contra la tiranía.

Al percatarse del impacto de esta acción, varios jóvenes antibatistianos aportaron el dinero necesario para la compra de los materiales necesarios para la confección de más creyones, se organizaron en varios grupos y todos a la misma hora comenzaron a pintar las paredes en todos los barrios del pueblo, incluso se emuló a ver quién o qué grupo pintaba más murales en menos tiempo.

Por este hecho se arrestaron a más de 100 ciudadanos oposicionistas, a algunos los obligaron a borrar los murales con cepillo de alambre. Uno de estos jóvenes, Antonio Valdés Pereira, se negó rotundamente a borrar los carteles, manifestándole a la policía que la persona que había pintado esos lemas, lo hizo a riesgo de que lo encarcelaran o mataran, por lo que él no los iba a borrar. Esto motivó que fuera duramente golpeado por los esbirros de la tiranía. 

Esta iniciativa fue aceptada y del agrado de los dirigentes del MR-26-7, por lo que fueron llamados a los cabecillas de estas acciones y se les orientó que volvieran a realizar la acción, pero que esta vez se pusiera en los murales el nombre del Movimiento. El líder revolucionario Ñico López se interesó en conocer cómo se confeccionaban los creyones y cuáles eran las materias primas necesarias. En el próximo contacto que tuvieron con él, ya les entregaba todas las materias primas, suficientes para la confección de los creyones necesarios para realizar la acción a lo largo de toda la isla.

El MR-26-7 en Regla tuvo la misión de proteger la integridad física de Fidel Labrador, quien se encontraba confrontando una delicada situación en uno de sus ojos por el balazo que recibió en el asalto al Cuartel Moncada. Este fue el primer hombre en entregar a los miembros del Movimiento Revolucionario en Regla la propaganda para su distribución, entre ella “La historia me absolverá”, fue siempre un ejemplo vivo de heroicidad y contribuyó con su experiencia, a las tareas organizativas del Movimiento en la localidad.

Fue creada una organización juvenil “Brigada Juvenil del Movimiento 26 de Julio”, cuyas actividades revolucionarias principalmente fueron las de propaganda, acción y sabotaje, agitación, proselitismo y recolección de fondos. Entre los hechos de propaganda más significativos tenemos: se pegaron en todo el pueblo sellos impresos por gomígrafos con los lemas “1956, Libertad o Mártires”, “Única Solución: Huelga General e Insurrección”, uno de estos fue pegado en la defensa de la perseguidora del Capitán de la Policía. Además realizaron mítines relámpagos en el pueblo de Casa Blanca, en distintos centros de enseñanza nocturna, en los alrededores de la Universidad de la Habana, etc. Se colocaron banderas y brazaletes del Movimiento en distintos lugares. Realizaron prácticas de tiro con pistolas, ametralladoras y carabinas. Estuvieron presentes en distintas manifestaciones estudiantiles como son: el 7 de diciembre de 1955 (fecha de la muerte del Titán de Bronce), el 28 de enero de 1956 (fecha de natalicio de nuestro Apóstol), la del aniversario de la muerte de Rubén Batista (estudiante asesinado en el curso de la dictadura), la del mitin antitrujillista de la Universidad (acto convocado por la FEU en la escalinata, para denunciar la complicidad de Batista y Trujillo), la del 27 de noviembre (fecha del fusilamiento de los estudiantes de medicina en 1871) y otras. Realizaron sabotajes con fósforo vivo,  fuegos parciales,  sólo se quería lograr el objetivo de hacer sentir la presencia de la lucha revolucionaria, en lugares cómo: cines, tiendas, autos de personeros de la tiranía, auto de un chivato al servicio de los esbirros, fábricas, etc. Se lanzaron alcayatas en distintos puntos de acceso a la localidad. Distribuyeron en grandes cantidades los periódicos Revolución, Sierra Maestra y Brigadas y Bonos del 26 de Julio recaudando fondos para el Movimiento.

Esta organización juvenil desapareció estructuralmente por la dualidad de funciones, fundiéndose sus integrantes a los distintos grupos de acción del Movimiento Revolucionario 26 de Julio.

En Regla existía una logia ajefista (especie de rama juvenil de la masonería), que la integraban jóvenes de 14 a 21 años de diversas ideologías. Un grupo de estos adolescentes pasaron a la lucha clandestina, siendo encarcelados por la tiranía algunos de ellos y perseguidos otros. El local de esta logia fue utilizado como cuartel revolucionario donde se guardaban armas, propagandas y era punto de contacto de miembros del MR-26-7.

Por la Dirección Provincial del Movimiento como apoyo al alzamiento del 30 de noviembre se organizó un plan de sabotajes a importantes y “caros” cines de La Habana, al grupo seleccionado por el Movimiento en Regla se le asignaron diez, entre estos se encontraban el Rex, Duplex, América, etc. Esta misión fue cumplida exitosamente. En esta acción tuvieron contacto con los destacados combatientes revolucionarios Gerardo Abreu Fontán y Jesús Suárez Gayol.

Hasta Regla llegaron los combatientes Armando Hart Dávalos y René de los Santos, para explicar las necesidades que afrontaba el MR-26-7 desde el punto de vista financiero y solicitaron se aportara la cantidad de $2000.00, independientemente del aporte mensual. Para cumplir con la nueva misión encomendada, los reglanos realizaron diferentes iniciativas como la venta de artículos personales y el aporte adicional de los trabajadores de varios centros que contribuyeron independientemente de su aporte mensual. A veces no se contaba con los bonos para entregar a los que realizaban el aporte financiero, pero bastaba la moral y la honradez de los revolucionarios que realizaban esta actividad. También se vendían periódicos clandestinos, que en muchos casos los que los compraban pagaban más de lo que valían.

Entre los combatientes del Movimiento Revolucionario de Regla, fueron seleccionados cinco compañeros a los cuales se les hizo toda la documentación necesaria para partir hacia México, pero por nuevas órdenes, al ser detenido Fidel, no pudieron marchar a ese país para engrosar las filas de los expedicionarios del Granma.

En el Asalto al Cuartel Goicuría y al Escuadrón 41 de la Guardia Rural en la provincia de Matanzas participaron 2 jóvenes reglanos, uno de ellos fue apresado y asesinado por los esbirros de la tiranía. A solicitud de la Dirección del MR-26-7 en La Habana, en el pueblo de Regla se ocultaron por más de un mes y medio, dos compañeros participantes del Asalto al Cuartel Goicuría, los cuales lograron asilarse en la Embajada de Haití, recibiendo en dicho lugar visitas y alguna ayuda económica, sin importar el riesgo que implicaban esas visitas.

En el pueblo de Regla existía una fundición llamada “La Virgen de Regla”, en dicho lugar se fabricaron granadas de mano las cuales eran enviadas al oriente del país. Este taller estuvo funcionando aproximadamente durante 4 meses.

Otra de las actividades desarrolladas por el Movimiento en Regla de gran repercusión y que hizo estremecer a la dictadura fue la bomba de tiempo que estalló en la subplanta eléctrica del Reparto Modelo, la cual provocó un prolongado apagón en la costa norte desde La Habana hasta Matanzas.

 

1957

La colocación de la bandera del 26 de julio en el obelisco a José Martí, la cual no pudieron bajar los policías y tuvieron que pedirle al Cuerpo de Bomberos la presencia en el lugar de un carro-escalera, mientras grupos de ciudadanos congregados en el lugar voceaban en son de burla: ¡Sube, Cheo, sube! fue un  hecho muy significativo, pues el Semanario Humorístico Zig-Zag publicó en su portada una reproducción del acontecimiento y la bandera del MR-26-7 que pusieron en lo alto de una torre de la refinería.
En varias partes de nuestro país se realizaron actos de sabotaje que golpearon duramente al sector azucarero, con la quema de cañaverales en el período de zafra que hicieron sentir la presencia del Movimiento Revolucionario, afectaron la economía de los grandes señores y sirvieron para mantener los efectos psicológicos de la lucha contra el régimen batistiano. En el pueblo de Regla al no contar con cañaverales, la Dirección del MR-26 de Julio, se planteó la quema de instalaciones que eran propiedades de distintos magnates azucareros. Por la Dirección del Movimiento en la localidad, se planteó la quema de los muelles de Heshey, acción que no se pudo realizar por la intensificación de la vigilancia que estableció la policía, por lo que decidieron quemar el stadium propiedad del magnate azucarero Julio Lobo. Para realizar esta acción dos jóvenes Orlando López Correa “El Gaucho” y Manuel Ortega “Fory-Fay”,  penetraron por un hueco de la cerca, rociaron las paredes de madera con gasolina y le lanzaron un fósforo encendido. Las llamas se propagaron y tuvieron que intervenir los bomberos ya cuando la candela había hecho considerables estragos.

Como consecuencia del asesinato perpetrado por los secuaces de la tiranía a nuestro querido e inolvidable Frank País, en las calles de Santiago de Cuba, el día 30 de julio, la Nación se estremeció y las fuerzas del pueblo se desataron y comenzaron a desarrollarse manifestaciones de solidaridad en distintas provincias de nuestro país. En Regla se dieron las orientaciones pertinentes con el fin de lograr la paralización de diferentes centros laborales, entre ellos: distintas zonas del puerto de La Habana, las rutas de ómnibus 6 y 29, la fábrica de tejidos Dial, la Productora de Superfosfatos, los trabajos de ampliación y construcción de la refinería Shell Mex y otros centros laborales del centro.

Para sabotear el proceso electoral en La Habana el Movimiento acordó quemar las juntas Electorales de forma simultánea en distintos lugares de la provincia. En Regla esta acción tuvo el percance de no poder realizarse a la hora señalada (8:05 pm), por encontrarse, a la hora fijada, dos señoras hablando frente a la puerta, teniendo los combatientes que iban a ejecutar la acción, que dar dos vueltas a la manzana, lo que provocó que el policía de la puerta, que conocía bien a estos jóvenes, se pusiera en alerta. Cuando se decidieron a la acción, tuvieron que encarar al policía, resultando muerto el joven revolucionario Gerardo Granda Mijares y un policía, y varios combatientes fueron detenidos, los cuales recibieron salvajes torturas para que hablaran, pero todos se comportaron a la altura de sus principios. A los pocos días de esta acción en homenaje al combatiente caído y para que se conociera que el Movimiento seguía viviendo, se hizo estallar un artefacto explosivo junto a un poste eléctrico de alto voltaje.

Al finalizar el año fue del conocimiento del Movimiento que un teniente de la policía, estaba relacionado con el contrabando de cigarros norteamericanos y marihuana, y tenían información de que viajaba muy seguido a México en misión secreta del gobierno batistiano, para el chequeo de los miembros del MR-26-7  que estaban en ese país. Al tenerse la certeza de que Fidel  y un grupo de combatientes en México habían sido detenidos ocupándose de un cargamento de armas, forzó a los jóvenes combatientes de esta localidad a realizar alguna acción contra ese oficial batistiano. Fue colocada una bomba en la puerta de su casa la cual provocó una fuerte explosión.

 

1958

La mayoría de los miembros del movimiento en Regla eran jóvenes, casi adolescentes, los cuales arriesgaban su vida en el cumplimiento de cualquier acción a la que eran asignados, eran osados, valientes, dispuestos y como todo joven entusiastas y decididos.

Este antiguo pueblo, proletarizado, inquieto como un diminuto Santiago de Cuba, adquirió por la ejemplar actitud de sus combatientes clandestinos un nombre de guerra: “La Sierra Chiquita”.

En una ocasión un grupo de jóvenes en un local del Liceo de Regla, se pusieron a tratar de destrabar una pistola-ametralladora calibre 45, al no tenerse mucho conocimiento sobre este tipo de armamento, al hacer la comprobación del arma se sale una ráfaga, resultando herido el joven Nelson Castro López en la pierna. Este joven tuvo que acudir al hospital y mentir sobre el suceso, alegando que había sido su padre limpiando un arma, a lo que el médico respondió que tenía que dar parte a la policía. Esto trajo como consecuencia que fuera maltratado por la policía, que su padre fuera preso, que fuera amenazado con la muerte de su padre si no hablaba, queriendo llevárselo de la clínica preso. A este joven ninguna acción del enemigo lo intimidó y no pudieron arrancarle, a pesar de la violencia, palabra alguna. A esta acción respondió el cirujano, el cual con una aptitud heroica se enfrentó a los esbirros y evitó que se produjera el asesinato de este valiente joven.

La Dirección del Movimiento en La Habana indicó la misión de volar todas las vías férreas de acceso, y destruir y hundir todas las embarcaciones cargadas de sacos de azúcar que se encontraban en aquellos momentos en el muelle. Un grupo de jóvenes realizaron el estudio con el objetivo de planear cómo entrar al muelle, lo que resultó que era casi imposible, puesto que el muelle se encontraba custodiado por policías marítimos que portaban armas largas. Por lo tanto decidieron que la mejor forma de llegar a estos muelles era a nado. Dos arriesgados jóvenes, Senén Hernández y Gilberto Fernández, realizaron esta acción, en horas de la noche nadaron hasta el muelle, teniendo a otros dos valerosos jóvenes Juanito Polo y su primo Eladio Granda, que estarían alertas y vigilantes para garantizar que no fueran sorprendidos. Además otros compañeros se dedicaron a formar escándalos, broncas, etc, a fin de entretener a la policía de forma que la atención de estos de concentrara fuera de los muelles. Esta acción tuvo éxito, se quemaron dos chalanas con 28000 sacos de azúcar refino y unos 20000 más resultaron dañados. Se quemó una fragata de ferrocarril y 32 encerados.

En la Sociedad Artística Gallega, realizaron un acto los politiqueros, en el cual Márquez Sterling proclamó su candidatura a la presidencia de la República, para contrarrestar los efectos de la lucha insurreccional. Inmediatamente el MR-26-7 organizó distintos Grupos de Acción para evitar que este acto se consumara. Al Grupo de Regla, conjuntamente con los de la Habana Vieja, Guanabacoa y Santos Suárez se le asignó la destrucción del mitin, los que alzaron la bandera del 26 de julio y lanzaron consignas contra la dictadura y los politiqueros, dando vivas al 26 y a Fidel. El mitin terminó en tiraderas de butacas, gran número de asistentes tratando de salir pisándose, empujándose y golpeándose unos a otros, lográndose de esta forma cumplir una tarea más en la lucha por la libertad.

Cumpliendo orientaciones del Movimiento un grupo de jóvenes provocó un incendio en la fábrica de tejidos El Universo. Al hacer blanco las botellas encendidas lanzadas contra el algodón, comenzó una llamarada, que tuvo que ser apagada con la intervención de los bomberos de distintos centros. Las pérdidas fueron evaluadas en más de 20000 pesos.

Al joven reglano Gilberto Fernández Monzón, lo detuvieron dos policías en la calle Benito Anido, casi esquina a 27 de noviembre, y comenzaron a darle palos, porque había tenido expresiones contra el régimen en un incidente con un esbirro. Lo trasladaron hacia la Estación de Policía y lo siguieron golpeando brutalmente, a tal extremo que lo pusieron al borde de la muerte, lo condujeron a la antigua Casa de Socorros e intimidaron al médico de guardia para que este expidiera un certificado amañado donde se hiciera constar como leves las lesiones que presentaba el moribundo, quien falleció horas más tarde. El cadáver de este joven fue cubierto con una bandera cubana, convirtiéndose la funeraria de Regla en una fortaleza de la Revolución, con centenares de personas alrededor de la entrada, y el ambiente se tornó totalmente hostil a la tiranía. Se realizó una colecta y se adquirió una considerable cantidad de flores blancas, que fueron regadas al paso del cortejo fúnebre cuando se trasladaba hacia el cementerio de Regla, junto a miles de voces que coreaban las consignas: ¡Revolución! y ¡Veintiséis! y cantaban el Himno Nacional. Además los comercios cerraron sus puertas en señal de solidaridad con la protesta. En el entierro participaron alrededor de 10000 personas, sin contar las que esperaban en las aceras y en las ventanas y puertas de sus casas, el paso del cortejo fúnebre. Aquella multitud llena de fervor revolucionario penetró en el cementerio hasta el necrocomio donde se le practicaría la autopsia al joven revolucionario vilmente asesinado, mientras varios compañeros hicieron uso de la palabra, denunciando públicamente al régimen. El resultado lo leyó el facultativo (el reglano Dr. Revoredo) públicamente: la víctima había fallecido a causa de contusiones en la cabeza, cara y otras partes del cuerpo, hemorragia interna y cerebral. Uno de los esbirros, hizo varios disparos al aire con su pistola, que lejos de intimidar, hicieron que gran parte del pueblo allí reunido, recogiera piedras para fajarse a pedradas con la policía si fuera preciso.

A pocos días de este memorable entierro se empezaron a crear las condiciones para hacer abortar las amañadas elecciones que pensaba realizar la tiranía. Se venían dando pasos para asegurar un clima propicio para la Huelga General del 9 de abril. Se escogió un garaje perteneciente a un politiquero del régimen en cuya área se guardaban vehículos de algunos batistianos de la localidad, para incendiarlo, lo que pudieron concretar gracias a la valentía, audacia e inteligencia de los jóvenes que participaron.

Gracias a la recaudación de varios compañeros se pudo reunir la cantidad de dinero necesaria para alquilar el apartamento 11 en el edificio  271 de la calle Rita entre Blumes Ramos y Serafina, en el reparto Juanelo, para que pudieran residir cuatro jóvenes reglanos perseguidos por la tiranía por sus actividades revolucionarias (Alberto Álvarez, Reynaldo Cruz, Leonardo Valdés y Onelio Dampiel).

Este reparto ofrecía ventajas pues es un punto intermedio entre Regla, Guanabacoa y La Habana, donde se realizaban las principales actividades del Movimiento, pero esta vivienda no ofrecía las mejores garantías, en caso de ser descubierta por los cuerpos represivos, pues no tenía ninguna puerta de escape, y solo contaban con una pistola calibre 45, un revólver calibre 38, un puñal y balas.

En ese apartamento, oían Radio Rebelde y además se planeaban todas las actividades revolucionarias a realizar en el municipio de Regla.

Desde la fundación del Movimiento en 1952, la Dirección en Regla había sido orientada por Antonio López (Ñico) y Pedro Miret, y al marcharse estos al exterior, para el futuro desembarco del Granma, esa responsabilidad la asume José Suárez Blanco (Pepe) y René de los Santos conjuntamente con Gerardo Abreu Fontán.

Acorde con el desarrollo perspectivo de la lucha que se gestaba con la apertura de distintos frentes guerrilleros en la provincia de La Habana, fueron designados Alberto Álvarez, como capitán, y Reynaldo Cruz y Onelio Dampiel, como tenientes, todos jóvenes reglanos, de una posible columna que comenzaría a actuar en un frente insurrecto que operaría en las Escaleras de Jaruco. Este destacamento guerrillero en fase de integración, llevaría el nombre del joven caído heroicamente el 2 de noviembre de 1957 en el asalto a la Junta Electoral de Regla: Gerardo Granda Mijares.

Lidia Doce, joven revolucionaria, que intervino en calidad de mensajera especial del Movimiento, que llevó a Santiago de Cuba y a La Habana los más comprometedores papeles, medicinas y lo que fuera necesario, donde uno de los motivos fundamentales de su último viaje, fue traer el mensaje del Comandante en Jefe, por medio del cual se ordenaba arreciar las acciones revolucionarias en el Llano, táctica destinada a distraer la atención de la tiranía, mientras se realizaba la epopéyica invasión sobre la región central y occidental del país, creando un clima de tensión, conoció a los jóvenes Alberto, Reynaldo y Onelio lográndose una gran identificación entre ellos.

Con el mes de septiembre llegan los mal llamados “Festejos de Regla”, donde un verdadero ejército de parásitos y negociantes invadían las calles, aceras y parques para establecer sus “timbiriches”. El lucro, al servicio de mezquinos intereses se extendía, organizando los tradicionales festejos religiosos, donde tanto el católico, como el santero, el ñáñigo o el espiritista, pasaban por alto sus diferencias religiosas, sumándose a los fogosos cabildos acompañados de tambores africanos, o a las solemnes misas en la iglesia, mientras el vicio, el juego y la corrupción se entronizaban con la anuencia de los agentes del “orden”, que sólo se preocupaban por los suculentos dividendos que les producía su complicidad con aquella situación bochornosa. 

El 1ro de septiembre, la iglesia de Regla quedó rodeada por un grupo de revolucionarios y en su interior penetraron para sostener una conversación con el párroco Ángel Pérez Varela, el cual aceptó su disposición de colaborar con el MR-26-7, en el secuestro de la imagen de la virgen, para que no pudiera celebrarse el paseo de la misma como culminación de los mencionados festejos.El día acordado para realizar la acción fue el 5 de septiembre, como homenaje a los caídos en los sucesos de Cienfuegos ocurridos en 1957. La hora elegida fue las doce del día, aprovechando el cambio de guardia en las unidades represivas.

Ese día, un grupo de jóvenes reglanos comandados por Alberto Álvarez y Reynaldo Cruz, entraron en la iglesia, desmontaron la Virgen del Altar Mayor y la introdujeron en el maletero de un vehículo y la trasladaron hacia la casa de uno de esos jóvenes, allí la pusieron en un camión-cisterna de distribución de combustible, que la llevarían hacia el domicilio de una colaboradora del movimiento, cerca del cine Alameda, pero la presencia de dos policías frente a dicha casa no permitió el cumplimiento de esa fase del Plan, por lo que siguieron rumbo hacia el domicilio de un amigo en Marianao, pero éste intento también falló porque este individuo se negó “porque lo comprometía”. Entonces se trasladaron hasta el reparto Víbora Park, dejando el producto del secuestro en el interior de una de las viviendas a medio construir, gracias al apoyo del guarda jurado, miembro del Movimiento, quien tenía a su cargo la vigilancia de esas casas en construcción. Como en ese lugar ofrecía peligro, en la madrugada del día 6 se trasladó hacia una bodega en Guanabacoa. Posteriormente Lidia Doce propuso se trasladara hacia la iglesia de la Caridad, sita en la calle Salud y Manrique, en La Habana, contando para ello con un militar llamado Víctor Tejedor, militar que conspiraba contra la tiranía a favor del Movimiento 26 de Julio como conductor del auto, en definitiva fue imposible depositar allí la imagen y la llevaron para la propia casa de Víctor Tejedor en Marianao.

Por su parte, los cuerpos represivos estaban totalmente desubicados, practicaban múltiples registros a decenas de vehículos en Regla y Guanabacoa. Los efectos de este golpe, adquirieron trascendencia nacional y constituía sin dudas una verdadera burla para la dictadura.

Además de este hecho trascendental fueron efectuados otros actos para impedir la celebración de dichos festejos, sabotajes a las máquinas de juego, intentos de apagones, fueron colocadas banderas del MR-26-7 en distintos puntos del pueblo, se repartió propaganda denunciando los crímenes de la aviación batistiana contra los campesinos, etc. En todas estas acciones participaron jóvenes de la localidad que formaban el Ejército Clandestino de la Revolución.

El 9 de septiembre llega a la Habana la joven e intrépida mensajera Clodomira Acosta Ferrals, con la difícil misión de la entrega de mensajes de Fidel Castro, destinados al Comandante Delio Gómez Ochoa.

El 11 de septiembre se reúnen en la casa del Reparto Juanelo, Lidia Doce, Clodomira Ferrals y otros jóvenes reglanos.

Ese propio día entre las ocho y las nueve de la noche, los combatientes Alberto Álvarez y Reynaldo Cruz, ajusticiaron a Manuel Sosa San Martín, famoso chivato conocido por “Manolo el Relojero”, residente en Regla. Fueron excluidos de esta acción Onelio Dampiel, por las malas condiciones en que se encontraban sus únicos zapatos, lo que le dificultaba correr y tal situación podía poner en peligro su vida y José Antonio Piñón Veguilla “Popeye”, por manifestar que se encontraba indispuesto.

En esta acción el chivato recibió dos balazos mortales y su esposa Carmen Castro resultó herida de modo imprevisto, la cual fue atendida en el hospital de Emergencias y declaró como supuestos partícipes del ajusticiamiento a Leonardo Valdés a quien confundieron con Alberto por su estatura y dedujeron que quien lo acompañaba era Popeye, pues ambos, por lo regular, andaban juntos por sus actividades en la lucha revolucionaria.

Las fuerzas del régimen, ante el fracaso de la captura de Leonardo en su domicilio, determinaron arrestar a su padre, el cual se encontraba convaleciente de una delicada operación de hernia y apendicitis, lo trasladaron hacia la estación donde fue interrogado, amenazado, vejado y golpeado.

Por otra parte, fue capturado en su domicilio Popeye, tras aparatoso despliegue de esbirros.

También fue detenido Gilberto Soliguera, trabajador inocente que terminaba la faena y se disponía a regresar a su domicilio. Su único delito eran los lazos familiares que lo unían a Leonardo, su cuñado.

El joven Gilberto, en Vía Blanca, próximo a Guanabacoa, fue torturado salvajemente y asesinado a mansalva por las hienas del conocido esbirro batistiano Ventura, en presencia de Popeye. Este crimen tenía un doble propósito: vengar la muerte del chivato Sosa y amedrentar a Popeye, el que, sin dudas, sabían firmemente vinculado a Alberto, Reynaldo, Onelio y Leonardo. Los criminales lograron su propósito, Popeye, acobardado bajo la coacción física y mental de los esbirros confesó el paradero de los héroes.

Aproximadamente a las 4:20 a.m. del 12 de septiembre de 1958, en el apartamento del Juanelo, se sienten fuertes golpes contra la puerta y una voz que dice: “!Abran la puerta que soy yo, Popeye!”. La puerta se entreabrió y bruscamente penetraron en el apartamento varios hombres, vestidos unos de civil y otros de uniformes de la policía, los cuales golpearon salvajemente a los jóvenes reglanos que allí se encontraban. Entre las 5:15 y 5:30 fueron asesinados salvajemente Alberto Álvarez, Reynaldo Cruz, Onelio Dampiel y Leonardo Valdés, y a empellones las jóvenes Lidia Doce y Clodomira Ferrals fueron sacadas de la habitación y llevadas escaleras abajo. Estas valerosas mujeres se resisten con fuerza y rabia y a la vez gritaban: “Mátennos a nosotras también asesinos, cobardes, ya las pagarán”. Lidia iba herida de bala, sangrando.

Los cuerpos de estos jóvenes fueron arrastrados hasta la calle, fueron rodeados por los sicarios y como una muestra más de su inhumana ruindad, jubilosos clamaban por repartirse algunas de las prendas que aún conservaban. Los cadáveres permanecieron durante los días 12 y 13 en el necrocomio y en la mañana del domingo 14 fueron trasladados silenciosamente para ser sepultados en Regla, luego de haber ocupado la policía el cementerio del pueblo y el acueducto, medidas tomadas por los sicarios, porque temían las posibles demostraciones del pueblo que sintió con dolor la pérdida de sus mejores hijos.

Después del triunfo revolucionario del 1ro de enero de 1959 se conocieron las primeras noticias sobre el destino de Lidia y Clodomira, al ser detenidos dos de los participantes en los hechos del Juanelo, connotados asesinos y torturadores a las órdenes de Ventura.

Del reparto Juanelo las jóvenes fueron conducidas a la 11na Estación, el día 13 por orden de Ventura se trasladaron a la 9na Estación, y fueron torturadas salvajemente, después de fracasados sus intentos de hacerlas hablar, ya moribundas, en la madrugada del 15, en sacos llenos de piedras, en La Puntilla, al fondo del Castillo de La Chorrera, las hundían en el agua y las sacaban, hasta que al fin, al no obtener tampoco resultado alguno, las dejaron caer en el mar.

Con la dolorosa pérdida de estos jóvenes reglanos, hermanos de lucha, el régimen dictatorial logra golpear en el “cerebro” del Movimiento Revolucionario de la localidad. Son duramente reprimidas las filas clandestinas por la detención sistemática de sus miembros, entre el 13 y el 19 de septiembre.

Estos hechos no pudieron matar la rebeldía del pueblo de Regla, quedaron muchos jóvenes que mantuvieron la llama de la Revolución en la clandestinidad. Se adquirieron y se repartieron propagandas, y el manifiesto del MR-26-7 a los militares del régimen que aún no habían manchado sus manos de sangre, alertándoles que estaban a tiempo de desertar de las filas del ejército castrense y pasarse a las del pueblo. Se reactiva la recaudación financiera y los contactos con el frente Obrero Nacional.

El 1ro de noviembre se producen las elecciones preparadas por la tiranía, con la ausencia del pueblo en las urnas. Para el fracaso de la farsa electoral se desarrolló una intensa campaña de proselitismo por los miembros del Movimiento 26 de Julio en la localidad.

En la madrugada del 28 de diciembre, en coordinación con uno de los soldados del polvorín de Guanabacoa, se tomó sin mayores contratiempos la instalación militar. Esta acción la realizaron cinco jóvenes reglanos, portando distintas armas y llevando brazaletes del Movimiento. El grupo desarmó y arrestó a tres casquitos y un guardia jurado que custodiaban el polvorín y procedieron a sustraer gran cantidad de material bélico, entre los que se encontraban cien mil detonantes, dos mil metros de mecha, seiscientas libras de dinamita, tres carabinas San Cristóbal, una escopeta calibre 12, un revólver calibre 38 y cuatro calibre 45. Colocaron una carga de dinamita con una mecha de 30 minutos de duración sobre el resto del explosivo que quedaba, trasladaron fuera del área a los soldados hechos prisioneros y emprendieron la retirada, llevándose consigo al soldado que colaboró en la acción y al sargento jefe del polvorín que se sumó a la acción.

Llegó la madrugada del 1ro de enero de 1959. El tirano Fulgencio Batista abandonó precipitadamente el país ante las incontenibles fuerzas de la Revolución, quedaban detrás siete largos y angustiosos años de oprobiosa dictadura militar.

Un balance de la modesta contribución que los combatientes de Regla realizaron durante todo el curso de la lucha, desde la fundación del Movimiento 26 de Julio hasta la caída de la tiranía, evidencia que cerca de los doscientos combatientes que integraron las filas de la organización durante dicho período, ocho fueron asesinados y∕o cayeron en combate frontal contra el enemigo, dos resultaron heridos, setenta y uno fueron detenidos, muchos de estos, torturados, treinta y dos sufrieron prisión en el Castillo de El Príncipe y en Isla de Pinos, veinte tuvieron que tomar, obligados por la represión, el camino del exilio, quince se alzaron y combatieron valientemente en la Sierra Maestra y el Escambray.

 

Relatos que me han sido contados repetidas veces por mi madre y que  aún los recuerda con la emoción y el orgullo de haberlos vividos

– «No recuerdo la fecha exacta, pero sí puedo decirte que ha sido la única vez en mi vida que he saltado tan alto. Nos encontrábamos un grupo de jóvenes cerca de la entrada al Cementerio de Regla, para ponerle flores en señal de tributo a un joven cruelmente torturado y asesinado por los esbirros, cuando de pronto sentimos unos estruendos cada vez más fuertes y los gritos de la gente, cuando de pronto vimos un grupo de toros  que venían corriendo hacia nosotros. Yo no sé qué pasó, ya no recuerdo, pero cuando pasaron yo estaba subida encima de la cerca del cementerio y no sabía cómo bajarme de ella.»

«Cuando trabajaba en una farmacia en la Habana Vieja, todos los días tenía que coger la lanchita para ir y venir. Un  día unos marineros norteamericanos, de esos que se creían que podían hacer en nuestro país todo lo que quisieran, empezaron a meterse conmigo en la lancha que me traía de regreso a Regla. Al bajarme empezaron a seguirme, y a molestarme. Por suerte para mí pasaba en esos momentos la ruta de guagua que manejaba el joven Gilberto Soliguera, el cual se dio cuenta de lo que estaba pasando y sin conocerme salió en mi ayuda. Se enfrentó a los que me estaban molestando y pude montar la guagua y salir de ese mal rato. Poco tiempo después supe que este joven que me ayudó fue asesinado injustamente, acusado sin prueba alguna por algo que él no hizo, porque todo el pueblo sabía que este joven era un tranquilo trabajador.»

«Yo vivía con mi esposo y mis dos hijos pequeños en Benito Anido al lado de un bar al que visitaban todos los policías de aquel entonces. Un día un primo mío que le gustaba tomar mucho hasta perder la razón, se encontraba como todos los días en ese bar, cuando un esbirro abusador que se encontraba también presente tiró una moneda al piso y le dijo con desfachatez y arrogancia que la recogiera, mi primo que, aunque estaba ebrio se deba cuenta del maltrato del esbirro, se negaba, entonces fue amenazado y lo empujó hasta hacerlo caer al suelo, entonces fue llevado hasta la estación y por todo el camino le fue propinando patadas por el trasero y empujones. Este tipo de abuso era frecuente en mi pueblo, por eso yo siempre le digo a los jóvenes de hoy que ellos no saben lo que se vivían antes del triunfo de la Revolución, que esto hay que cuidarlo, que ojalá se pudiera por un momento aunque sea por unos días, volver atrás para que vieran cómo era la cosa, y yo estoy segura que entenderían mejor lo que significa la revolución para el pueblo cubano.»

«Mi sobrino y ahijado, Eladio Granda, fue un joven que pertenecía al Movimiento 26 de Julio en Regla, participó en varias actividades de la clandestinidad, por tal motivo siempre fue perseguido, a tal punto que una día se encontraba hablando conmigo y vio que se acercaba un policía, entonces para poder ocultarle su cara hizo como si fuera mi novio y me estaba dando un beso, gracias a Dios en esos momentos pasaba una guagua y le abrió la puerta, él se subió y pudo escapar, no sin antes hacerles señas de burlas al policía. Este sobrino guardaba las propagandas del Movimiento en huecos que hizo en las vigas del techo de su casa, por lo que el padre una noche pasó tremendo susto, porque se le aparecieron buscando a Eladio y al no encontrarlo hicieron un registro de su casa, pero por suerte no fueron encontradas las propagandas ni el revólver que en esos momentos tenían ocultos en su casa.»

– «Cuando joven yo trabajaba en la fábrica de Zapaticos de Regla, y junto a otras muchachas participamos un día 1ro de mayo en un desfile por todo el malecón habanero, vistiendo todas un uniforme de la Marina Mercante, donde cada una llevaba una letra formando las palabras: Marina Mercante. Esto lo hicimos bajo la dirección de Aracelio Iglesias, y con el objetivo de reclamar que se creara la Marina Mercante en Cuba. Aún conservo con  mucha alegría y orgullo una foto que nos fue tomada en el acto y obsequiada por el propio Aracelio con su firma por detrás. Yo sé que debería donar esta foto al museo de Regla, pero aún no puedo deshacerme de ella, porque para mí trae muchos recuerdos de mi juventud y vivo más que orgullosa de haber participado en ese desfile.»

Conclusiones

“Esta es -nos dijo Fidel- una Revolución de los humildes, por los humildes y para los humildes.”

Por eso, en cada instante de nuestras vidas, en cada hecho que viva nuestro pueblo siempre estará vigente el ejemplo de nuestros mártires.

Vale decir que mientras más avancemos los cubanos en el conocimiento de nuestras raíces, más se agiganta en nuestras almas el amor a nuestra Revolución.

Con este trabajo aún no me siento satisfecha, reconozco que me falta mejorar la estructura del mismo y que por la poca disponibilidad de tiempo no he profundizado más en el estudio de la historia de mi pueblo, no obstante sentí satisfacción desde el primer momento en que empecé a hojear la literatura consultada, porque es una historia que veo muy de cerca, porque conozco los lugares donde se desarrollaron los sucesos narrados, a varios de los combatientes mencionados, algunos de ellos vecinos que conozco desde niña y algunos pertenecientes a mi familia, los cuales son hombres humildes, de pueblo, por lo que desde entonces ha aumentado, si es que esto era posible, mi orgullo de ser reglana.

Quisiera concluir haciendo mención al testimonio escrito que nos legó la pluma de ese valiente periodista argentino, que estuvo de visita en Cuba en los días inciertos de abril de 1958, en vísperas de la Huelga General Revolucionaria, cubriendo un reportaje sobre la lucha en la Sierra Maestra, de su máximo dirigente y del Ché. Nos referimos a Jorge Ricardo Masetti, quien durante su estancia en La Habana, tuvo la oportunidad de visitar Regla y su bar-restaurante Buenos Aires, en cuyo recorrido pudo apreciar las pinturas murales de la rebeldía en cercas y paredes de nuestro pueblo, inscribiéndolas en una poética despedida que plasmó en su libro “Los que luchan y los que lloran”, recuento testimonial de su viaje. Escribió Masetti:
“La Habana se fue quedando abajo, atrás, pequeña, con sus rascacielos y su cimbreante Malecón. La gran ciudad parecía mínima, indefensa y querida, como una paloma enferma que pudiese cobijar en el cuenco de las manos. Allí quedaba la cúpula de Palacio, protegiendo a Batista y su corte de gangsters, La Habana Vieja con sus calles de nombres españoles y las patrullas de hombres vestidos de azul, el Vedado brillante con las avenidas numeradas, Marianao, con sus casas con jardines y sus aviadores gringos que mascan chicles, Regla, con sus barcas viejas y las paredes que gritan “Fidel”.

 

Bibliografía

  • Diez Barreras, Isidro y Pedro Hernández Parente. Regla La Sierra Chiquita. Ediciones Imagen Contemporánea,  2007.
  • Jesús Armando Francisco. La Rebeldía en Regla. Ediciones Extramuros, La Habana, 2007.
  • Gómez Luaces, Eduardo. 400 años de Historia de Regla. Archivo del Museo Municipal de Regla.
  • López Prieto, Antonio. Documentos para la Historia de Regla. Archivo del Museo Municipal de Regla.
  • Morales de la O, Concepción y Blanca González Díaz. Participación de los reglanos en las Guerras de 1879 y 1895. La Habana 1996.
  • Pedroso Hernández, Luis Alberto. Acerca de las tradiciones internacionalistas del proletariado en Regla. La Habana 1985.
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Diana Betancourt Herrera

Diana, cubana, amante de los libros y de la historia de su país. Enamorada de su familia. Le gusta la buena música, el deporte y el buen café.

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