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Voy camino al trabajo en taxi. La estación de radio transmite las noticias y voces de personajes de opinión a esta hora de la mañana. La voz del locutor que ahora invade todo el compartimento interno anuncia una noticia sobre un robo a mano armada en la capital. Aclara que se trata de una banda de atracadores cuya procedencia es Venezuela. 

“¡Qué problema con esos venecos!”, apunta de repente el conductor y, al llegar al semáforo, sube la ventana ante la aparición de vendedores ambulantes, habitantes de calle y letreros que dicen “Tenemos hambre”.

“Qué problema con esos venecos”, resuena en mi cabeza.

El mundo latinoaméricano ha venido decantando su preferencia política por la derecha y en consonancia con ello, se han acentuado los grandes monstruos que aquejan a las sociedades modernas: homofobia, xenofobia, violencia de género e incluso racismo. El fenómeno del fin de la “marea rosa” (1) en América Latina, que algunos autores y autoras ubican con el ascenso al poder de Mauricio Macri en Argentina en el 2015, ha configurado la consolidación regional de la derecha en el poder y la aprobación y elección de personajes tan polémicos como Jair Bolsonaro, presidente electo en Brasil en 2019 (2). En Colombia, este límite de tiempo parece un poco más difícil de delimitar por cuanto nunca ha habido un Gobierno de izquierda (3) y esta situación se agrava con el hecho que los movimientos, líderes y lideresas políticos han venido siendo sistemáticamente aniquilados (4). Adicionalmente, como complemento siniestro de esta fragilidad social, se encuentra el conflicto interno y con ello, la inmensa cifra de casi 8 millones de desplazados en el período de tiempo desde 1985 a 2019 (5).

¿Cómo poner en contexto entonces a un país que ha estado inmerso en la violencia polimórfica y estructural en relación con la xenofobia creciente hacia el vecino país de Venezuela? Sin duda el panorama no es alentador: a marzo de este año 5,577,077 de personas procedentes de Venezuela se encontraban en situación de migración, refugio y solicitantes de asilo. Esta cifra (que son personas y no estadísticas), tiene un crecimiento acelerado desde las últimas décadas y sitúa a Colombia como el principal país receptor de esta población, albergando a cerca del 30% del total de migrantes (6). Las relaciones migratorias entre ambos países tiene un recorrido histórico altamente dinámico tal como lo explica Maria Clara Robayo en su artículo “Venezolanos en Colombia, un eslabón más de una historia compartida” (7):

“Gracias a la fuerte relación histórica y a los más de 2,000 km compartidos que unen a las dos Repúblicas, la frontera colombo-venezolana ha sido la más dinámica de la región desde su misma concepción en el siglo XVIII. Ahora bien, en términos de migraciones contemporáneas, a partir de la segunda mitad del siglo XX y bajo el contexto del proceso de urbanización, los colombianos decidieron migrar regularmente al vecino país y en especial en la década de los 70’s, cuando la bonanza petrolera venezolana demandó mano de obra extranjera para asumir una economía en crecimiento. Una economía que terminó recibiendo a más de un millón de colombianos, principalmente personas dedicadas al campo y al servicio doméstico y que, en gran medida, lograron integrarse plenamente en la sociedad venezolana. Esta migración se ha seguido nutriendo con el conflicto interno colombiano. Según la ACNUR desde finales de los 90’s, se ha expulsando a cerca de 200 mil desplazados que han buscado amparo en las políticas incluyentes y flexibles de asilo y refugio que rigen al otro lado de la frontera desde el 2001, y que han nacionalizado a una gran cifra de colombianos indocumentados.”

Si bien la diáspora venezolana es en términos cuantitativos mucho mayor, estos antecedentes trazan la relación social y económica de ambos países. La intolerancia hacia los migrantes venezolanos, o como suelen llamarlos “venecos” (8), tiene un arraigo cultural que se ha alimentado de forma inexorable a los modelos políticos antes mencionados: la derecha ha cimentado por todos los viejos medios conocidos un discurso de ataque hacia los y las venezolanos para impedir su efectiva inserción en la sociedad que a interés propio ha delimitado firmemente por fronteras. Estas estrategias discursivas (que algunos conocen como las “10 D’s” (9)) facilitan la manipulación de la población para identificar como “enemigo” a todo quien suponga un riesgo para la “seguridad” del país. Ambos términos entre comillas sirven el propósito de avanzar en lo que Chomsky explica como el “control de la opinión pública” en su libro “Fabricando el Consenso: El control de los medios masivos de comunicación”, publicado a finales del milenio pasado. Y es que uno de los mecanismos para mantenerse en el poder consiste en condicionar a la población a estar atomizada, atemorizada y amedrentada, fabricando y reproduciendo por medio de la prensa un mensaje de oficio en el cual el Gobierno intenta defender el “bien común”, nuestra “seguridad nacional”, nuestros “niños y niñas colombianos”. Se proyecta entonces una línea de argumentos contra estos “venecos” (10) quienes han venido a sacarnos de nuestro pequeño paraíso próspero y a arrebatarnos la paz por la que tanto hemos trabajado. 

Esta vieja fórmula se conoce como Mohawk VaIley (11) e históricamente ha funcionado para el control de la opinión pública con el uso de conceptos vacíos de contenido real y repetidos hasta la saciedad. Quien esté en contra, será abiertamente un enemigo del Estado (usado como argumento del Gobierno), de la Propiedad Privada, el Bienestar Común, entre otros eslóganes populares. Así, el consenso se moldea para que la población justifique todo tipo de acciones que permita erradicar esta amenaza latente. Si es necesario crear un Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos donde se usen de forma indiscriminada términos como identificación y caracterización, a pesar de las denuncias de organizaciones de la sociedad civil como Karisma, y se faculte tanto el rol sancionatorio del Gobierno a partir del registro de datos personales como la discriminación de la intimidad de la población venezolana (12), que así sea por el bien común. Todo esto mientras que:

El Gobierno desvía discusiones en torno a su proceso de migración interna, recrudecimiento y reaparición de la violencia armada en el territorio.

El Gobierno difiere su acción sobre el asesinato de los y las lideresas sociales, que en este año llegan (para el mes de marzo) a cuarenta.  

El Gobierno negó durante las negociaciones del Acuerdo de Paz la existencia de conflicto armado. 

El Gobierno disminuye o minimiza el impacto del efecto de la aspersión de glifosato en el territorio colombiano o el número de falsos positivos (6,402 víctimas) (13) en los últimos años. 

El Gobierno engaña a la población y en medio de la pandemia más devastadora en los últimos tiempos le decreta dos reformas nefastas: la tributaria y la de salud. 

El Gobierno dulcifica la intervención militar, de los escuadrones antimotines, del fracking como garantes de progreso y bienestar. 

El Gobierno divide a la población colombiana en un juego de bandos, apologético de la guerra fría: la izquierda vs. la derecha, el castrochavismo vs. el uribismo, los colombianos de bien vs. los desadaptados, etc. 

El Gobierno desacredita instancias como la Corte Interamericana de Derechos Humanos frente al caso de Yineth Bedoya, periodista víctima de tortura y violencia sexual en el año 2000, mientras investigaba hechos de violencia, el tráfico de armas, y la compra y venta de secuestrados entre paramilitares, la guerrilla y el narcotráfico con la presunta participación de miembros del Gobierno. 

El Gobierno destruye, literalmente, a sus “objetivos militares”, sin importar si son o no menores de edad y desconociendo el enrevesado fenómeno del reclutamiento en zonas con baja presencia estatal.

El Gobierno negocia, en un proceso que tiene subidas y bajadas, un Acuerdo de Paz atravesado por desacuerdos, disputas territoriales y de narcotráfico, entre otras. 

Todo lo anterior no desconoce ni es ingenuo frente a ciertos hechos como el aumento en la percepción de inseguridad, sobretodo en la capital del país. En la Encuesta de Percepción y Victimización de la Cámara de Comercio de Bogotá del 2019, el 76% de los consultados consideró que la inseguridad en Bogotá había aumentado. Este porcentaje es el más alto en los últimos cinco años pero, sorprendentemente, las estadísticas de homicidios, hurtos, secuestros, lesiones personales y delitos sexuales tienen una tendencia a la baja (14). Asimismo, existe una gran controversia sobre la injerencia real de la migración venezolana sobre esa percepción de inseguridad y aquellos que cometen delitos no violentos usualmente hacen parte de las altas tasas de desempleo (congruente con los obstáculos para la participación en la vida social) y la existencia de redes de tráfico ilícito en las zonas fronterizas (15).

Para ser más precisos, la organización sin ánimo de lucro Colombiacheck en alianza con el medio de comunicación independiente Efecto Cocuyo, publicaron un notable análisis con datos reales sobre la supuesta injerencia de la población migrante en la percepción de inseguridad en el país. Para resaltar, del total de la población migrante venezolana en el país (3,6% del total de la población) sólo el 0,63% de delitos son cometidos por venezolanos, es decir, más del 95% de los crímenes son cometidos por coterráneos. Estos datos por supuesto contradijeron en su momento a los comentarios de rueda de prensa de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, y al entonces ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, quienes persiguieron e incluso apoyaron la deportación de los migrantes venezolanos  a quienes culparon por el aumento de la criminalidad. Todo esto a pesar que el propio director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, se pronunció y rechazó oficialmente estos datos. Así, puntualmente en la capital, explicó que de las 21.812 capturas que ocurrieron en Bogotá, 1.874 (8.6%) correspondía a migrantes venezolanos (16). A pesar de esto no ha habido una retractación oficial de los mandatarios y/o Ministerios por estas declaraciones, sembrando aún más incertidumbre sobre la honestidad real de algunas regiones del país para integrar a los migrantes en sociedad.

Y es que el fenómeno social de la xenofobia va en ascenso en el país. Un estudio relacionado por la Universidad de la Salle encontró que desde 2010 a 2018 hubo un aumento de 650% de noticias relacionadas xenofobia, violación de derechos y violencia hacia los venezolanos. Este estudio cualitativo realizó posteriormente encuestas a 40 individuos : 20 colombianos y 20 migrantes venezolanos. De estos, el 30% de los entrevistados colombianos habían sido testigo de algún tipo de agresión física o verbal hacia un ciudadano venezolano; un 30% de estos entrevistados realizaron comentarios xenófobos hacia los venezolanos. De los migrantes, el 40% de los entrevistados habían sido víctimas de actos de xenofobia por parte de algún ciudadano colombiano; 65% consideraba que su nacionalidad era objeto de discriminación y el 70% habían sido testigos de alguna agresión física o verbal por parte de un colombiano (17)

Recientemente, se creó una plataforma para analizar la preocupante tendencia creciente de rechazo por los migrantes venezolanos. “El Barómetro de la Xenofobia”, ha sistematizado principalmente información que se difunde públicamente a través de las redes sociales en búsqueda de actitudes, imaginarios y lenguaje que se usa frente a la población migrante, específicamente la venezolana. En un análisis mensual que se hace sobre las principales ciudades de Colombia se ha identificado que el crimen sigue siendo el principal desencadenante del tema de migración y comentarios xenófobos, a pesar de los datos antes mencionados sobre la exagerada percepción de criminalidad por población venezolana. Este barómetro además identifica claramente picos en las conversaciones cuando algún líder de opinión (políticos, periodistas, prensa) realizan algún comentario dirigido hacia la población migrante. Para el informe de septiembre de 2020, los departamentos con mayores tasas de comentarios xenófobos eran Atlántico (14.5%), Cundinamarca (14.5%), Valle del Cauca (12.7%), Caldas (14%) y Santander (12.3%) (18).  Un diferencial por temas específicos como salud, educación y crimen encuentra posiciones tan radicales como solicitud inmediata de deportación en caso de captura, medida a todas luces inconstitucional pero, de forma preocupante, naturalizada.

A pesar de lo anterior, el pensamiento xenófobo no está únicamente horadando a las clases populares, sino que logra democratizar al enemigo, sin importar la clase social: a los más pobres les quita el trabajo y a los más adinerados les hurta sus preciados bienes. Eficazmente se desdibuja la narrativa: antes no había hurto o migración entre los colombianos, quienes vivían armónicamente bajo un sistema de valores y principios estable.
Acá se plantea entonces la principal idea de este texto y es el verdadero problema de la xenofobia como resurgimiento y ampliación de las estrategias de quienes ostentan el poder (en un Estado que nunca será neutro) para continuar el sometimiento del resto de la población. Confirmando una vez más que la especie humana “usa su propia crueldad en contra de sus semejantes, destacando para ello aparentes diferencias raciales, religiosas, culturales o históricas que en realidad procuran el beneficio de unos pocos” (19)

Los efectos de la globalización y la participación y poder de los medios de comunicación son también factores a considerar teniendo en cuenta que la xenofobia se propaga por la región y que le sirve sobremanera a la derecha y más aún a la postura radical. Las relaciones diplomáticas complacen a los mismos sectores y agrupan y maximizan todas las técnicas de persuasión antes mencionadas para perpetuar la discriminación de los más vulnerables, a falta de mejores propuestas y políticas sociales migratorias. Será deber entonces siempre rechazar esta cultura de la segregación, cualquiera que sea su origen o estructura. Caer en la trampa de los enemigos extranjeros nos reduce históricamente, nos vuelve cómplices para repetir situaciones que en otros países se han prometido nunca más repetir.

En una calle de la ciudad alemana de Hamburgo, existe un monumento en memoria de la guerra y de la Operación Gomorra, que cobró la vida de 42,600 personas y dejó más de 37,000 heridos. Se trata de una escultura donde una figura se encuentra arrodillada en el piso, con la cabeza baja, sometida, derrotada. La inscripción del monumento dice: “DIE TOTEN MAHNEN NIE WIEDER FASCHISMUS NIE WIEDER KRIEG” que en español se traduce como: “Los muertos advierten que nunca más el fascismo, nunca más la guerra”. 

La cara de los residentes de Colombia procedentes de Venezuela con hambre, consolando bajo la luz del semáforo a sus hijos, viviendo en la miseria que comparten con otros colombianos, hurtando por las mismas razones que se hace en este país desde siempre me recuerdan que debo decir “no”. No a la estigmatización ni a la manipulación que usan para desviar y distraer la atención de los problemas que suceden en el país. No a la estrategia de destruir la solidaridad que es el único resquicio de la especie humana. Nunca más la xenofobia. A todos quienes ostentan el poder y usan su autoridad para la violencia debemos recordarles esta oración de N. Chomsky que me permito usar a modo de conclusión:

“Quien reclama la legitimidad de la autoridad siempre soporta la carga de justificarla. Y si no pueden justificarla, es ilegítima y debería ser desmantelada”.

 

(1) Este término se ha empleado para reconocer el proceso histórico que sucede particularmente en América Latina con el ascenso electoral de Hugo Chávez en 1998 en Venezuela y que marca un giro político hacia la izquierda. Algunos autores coinciden en que fue el reportero del New York Times en Montevideo, Larry Rohter, quien empleó por primera vez el término refiriéndose a la elección de Tabaré Vázquez como presidente de Uruguay. En ese sentido, hacía la distinción de una marea roja (comunista y probablemente más radical) hacia una versión un poco más moderada del socialismo y denominada posteriormente como “progresista”. Como dato curioso, la marea rosa se abrió paso en casi todos los países de América del Sur y algunos de América Central con la excepción de Colombia.
(2) Para más información remitirse a los artículos: Cannon, Barry y Rangel, Patrícia (2020). «Introducción: resurgimiento de la derecha en América Latina». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.o 126. p. 7-15. DOI: doi.org/10.24241/rcai.2020.126.3.7 y Monedero JM, FRANCOTIRADORES EN LA COCINA. (2020). La teoría del Estado y el ciclo de izquierda en América Latina. New Left Review 120
(3) La revisión de la historia política de Colombia la sitúa como la excepción de la marea rosa. En el siglo antepasado hubo líderes con propuestas que podrían considerarse de corte socialista y que incluso permitieron la fundación del Partido Liberal. Las bases de este partido partían de la necesidad de alcanzar un progreso material y social por medio de diferentes reformas que para entonces eran una afrenta a la profunda hegemonía de la Iglesia. Posteriormente, algunos líderes como Rafael Uribe Uribe, Carlos Eugenio Restrepo y Enrique Olaya Herrera, por nombrar solo algunos, quienes ejecutan algunas de estas ideas por vía constitucional y promueven la participación menos restringida de la oposición (manuales de convivencia, prácticamente, entre liberales y conservadores), la separación definitiva de la Iglesia en los asuntos de política, ampliación del sufragio universal, la defensa del sindicalismo y el campesinado y la libertad de prensa, entre otros. Desafortunadamente, a pesar de los grandes esfuerzos colectivos para construir sindicatos y organizar a los trabajadores rurales y urbanos del país, realmente no ha existido una fuerza que logre romper el monopolio electoral y finalmente bipartidista del país.
(4) Miranda B. (2018). Duque presidente: ¿por qué en Colombia nunca triunfó un candidato de izquierda en elecciones presidenciales?. BBC mundo, FUENTE: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-44041837
(5) Dato oficial aportado por el Registro Único de Víctimas RUV. Fuente: https://www.unidadvictimas.gov.co/es/victimas-en-el-exterior/mas-de-un-millon-y-medio-de-victimas-de-desplazamiento-en-colombia-han#:~:text=El%20Observatorio%20Global%20del%20Desplazamiento,31%20de%20diciembre%20de%202019.
(6) Dato oficial aportado por la Plataforma Regional de Coordinación Interagencial de la ACNUR. Fuente: https://r4v.info/es/situations/platform
(7) Robayo, M. (2017). Venezolanos en Colombia, un eslabón más de una historia compartida. Fuente: hwww.urosario.edu.co/urosario_files/2e/2ee3361e-eec6-4230-925b-3e6d91c83ab0.pdf
 
(8) Palabra cuya etimología varía en lo consultado. Algunas fuentes indican que es un término que nace con la bonanza petrolera de Venezuela y hacía referencia al término peyorativo dado por colombianos hacia otros colombianos que volvían de Venezuela y se hacían pasar por venezolanos. Vene(venezolano)-Co(colombiano). Fuente: https://medium.com/@lucianosuarez/que-significa-veneco-y-cual-es-su-verdadero-origen-4bc314658fb7
Otra fuente asegura que la Academia Venezolana de la Lengua ha encontrado que el término ha evolucionado hasta convertirse en “una forma despectiva para denominar a los venezolanos en Colombia”. Fuente: https://migravenezuela.com/web/articulo/por-que-hay-que-dejar-de-llamar-venecos-a-los-venezolanos/2411
(9) Las “10 D’s” como se conocen en inglés se han utilizado para describir los recursos empleados para anular y atacar al oponente. En el lenguaje original son: deflect, delay, deny, discount, deceive, divide, dulcify, discredit, destroy and deal. Una posible traducción al español sería: desviar, diferir, negar, disminuir, engañar, dividir, dulcificar, desacreditar, destruir y negociar. Fuente: http://www.aalep.eu/recognizing-your-opposition-tactics-and-responding-them
(10) Término que además empleó el ex-candidato presidencial Germán Vargas Lleras en 2017, cuando era vicepresidente del gobierno de Juan Manuel Santos, en un acto de entrega de viviendas en Norte de Santander. Se refirió diciendo: “Las casas son para la población desplazada pero que viva en Tibú, no vayan a dejar meter aquí a los ‘venecos’, por nada del mundo, esto no es para los ‘venecos'».
(11) La fórmula de Mohawk Valley se ha conocido también como el “modelo científico para romper huelgas”. En el año 1937, en la región industrializada de Nueva York conocida como Mohawk Valley, el presidente de la compañía de máquinas de oficina Remington Rand (Rand James Jr.) diseña una estrategia ante la amenaza de una huelga por los trabajadores. Dicha estrategia consistió en desacreditar a los líderes sindicales, explotar el miedo frente a daños materiales por un presunto exceso de violencia por los huelguistas, justificando así el uso de policia local y “vigilantes” civiles para intimidación, dividir las posiciones entre los mismos trabajadores (esquiroles), y amenazar con despidos masivos en caso del apoyo al paro. Este discurso fue tan efectivo para la disuasión de la huelga que fue publicado posteriormente en un informe Asociación Nacional de Fabricantes y replicado hasta la actualidad.
(12) Para más información, remitirse al artículo por Dejusticia de la Fundación Karisma: Lo que no puede quedar por fuera del Estatuto Temporal de Protección para personas migrantes venezolanas Fuente: https://www.dejusticia.org/lo-que-no-puede-quedar-por-fuera-del-estatuto-temporal-de-proteccion-para-personas-migrantes-venezolanas/
(13) Cifra presentada por la Jurisdicción Especial para la Paz. Falsos positivos se conocen a las víctimas civiles asesinadas a cargo de las fuerzas militares de Colombia y presentadas como «bajas en combate», con el propósito de presentar buenos resultados a sus superiores en el combate y obtener premios, permisos y beneficios.
(14) Tomado de: Redacción Delito (12 de agosto de 2020).¿Qué tan cierto es que la inseguridad ha aumentado en el país?. Revista Semana Recuperado de https://www.semana.com/nacion/articulo/cifras-de-delincuencia-en-colombia-contrastan-con-sensacion-de-inseguridad/685813/
EFE. (2 de febrero de 2011). Miles de personas oran en la plaza Tahrir de El Cairo. El Tiempo. Recuperado de http://www.eltiempo.com/ 
(15) Tomado de: EFE (15 de septiembre de 2020) Estudio revela que la migración venezolana no aumenta la delincuencia en Colombia. Revista Vanguardia. Recuperado de: https://www.vanguardia.com/colombia/estudio-revela-que-la-migracion-venezolana-no-aumenta-la-delincuencia-en-colombia-YA2882607
(16) Para más datos sobre este informe se pueden consultar las páginas: https://efectococuyo.com/cocuyo-chequea/venezolanos-crimen-colombia/  y https://colombiacheck.com/chequeos/venezolanos-no-son-responsables-del-aumento-del-crimen-en-colombia 
(17) Estudio completo: Moreno Calderón, V. A., & Silva Quintero, J. A. (2019). Venezuela crisis humanitaria y recepción de migrantes en Colombia: creciente xenofobia ante los migrantes venezolanos. Retrieved from https://ciencia.lasalle.edu.co/negocios_relaciones/182  
(18) Para más información consultar la plataforma del Barómetro de la Xenofobia en http://derechoanoobedecer.com/nace-el-barometro-de-xenofobia/
(19) Aiza, Sara. (2002). Xenofobia y discriminación. Revista Ensayos Pedagógicos. 1. 175-198. 10.15359/rep.1-1.13. 

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Juliana IDK

Procedente y residente en Bogotá, Colombia. Médico general, actualmente cursando especialización médico-quirúrgica. Además de medicina, interesada en temas de derechos humanos, agremiación, libre expresión y conocimiento abierto. Amateur en escuchar rap y ver películas.

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